miércoles, 22 de julio de 2015

Capítulo 14 - Día 520. Simon Walker |Pétalos de rosa|

Historia



Autor/a: @SrMichaelis
Sinopsis: ¿Qué pasaría si en realidad no eres como todos quieren que seas? ¿Cómo te sentirías tú al respecto por ser diferente a ellos?
¿Y si te enamoras de alguien con el cual no puedes estar por que no está bien visto por la sociedad en la que vives?
Un largo recorrido entre obstáculos difíciles de pasar.
Capítulo: 14.
Géneros: yaoi, homofóbia, sociedad, injusticia, adolescentes, romance.
Personaje: Ethan, Simon y Normand.


Capítulo 14

Día 520 - Simon Walker


Hay una pena que no se puede siquiera ser nombrada, todo porque es demasiado grande, real y dolorosa como para abarcarla con una sola palabra. Hay un dolor que continúa y continúa sin piedad alguna, imposibilitándote el tomar un solo respiro.

Ya ha pasado mucho tiempo. Su nombre debería haber dejado ya de ser capaz de hacerme pedazos pequeños con los que yo mismo me corto. Con los que sangro.

Últimamente no paro de sangrar. Dicen que el tiempo lo cura todo, pero es mentira. El tiempo solo coge las heridas y las da más de sí, las hace más grandes y reales. El tiempo solo crea y crea nuevos daños en compensación con las cicatrices que hace desaparecer. El tiempo es un gran cabrón. El único del que no puedes escapar, me temo. Y la conclusión es que su nombre sigue siendo el mayor y más desgarrador de los suplicios. Ethan, Ethan. Ya no siento ni recuerdo el tacto de sus manos. Ya no me veo capaz de enfocar su recuerdo. Ya no me veo capaz de seguir viviendo sin ti. ¿Quién me habría dicho que mi vida no iba a ser más que otra de esas tragedias, que yo iba a ser el villano de mi propia historia?

''Me llamo Simon, soy Simon. Tengo 18 años y nací en Japón. Mis padres se llaman Margaret y John''. Tengo que recordarme quién soy. Carece de sentido, la verdad. Pero no quiero olvidarlo. Olvidar el asco que doy. Olvidar lo que Simon Walker hizo. Tengo que repudiarme, debo odiarme. No puedo olvidarme de cuanto me aborrezco. De cuánto merezco todo este vacío, estas continuas ganas de vomitar. Ojalá pudiera no ser yo para darme una paliza y tirarme desde ese puente de unas calles más abajo. Realmente me reconfortaría. Ahogarme en algo más que en recuerdos.

A veces me busco dentro de mí mismo. Al que solía ser, quiero decir. Grito dentro de mi cabeza hasta desgastar cada una de mis células. Me grito que soy un cobarde por no limitarme a dar la cara. Me grito de todo y a la vez no digo una sola palabra. Aún no ha habido suerte. Me pregunto qué haré cuando me encuentre. Veo dos opciones muy claras: estrangularme o caer de rodillas ante lo que un día fui y echarme a llorar sin consuelo ni final. El tiempo lo dirá, supongo. Ese maldito y estúpido tiempo, siempre metido en todo.

No pienso sumarme a esa legión de idiotas que resumen un dolor tan grande con la expresión ''tener el corazón roto''. Yo estoy un paso más allá.

Yo tengo los ojos opacos de...¿tanto llorar? Aunque yo diría que es de tanto no poder verle. Tengo las pupilas incapaces de filtrar la luz con claridad y mi cristalino no puede enfocar ya imagen alguna. Tengo los ojos secos de echarlo de menos y, aun así, nunca será suficiente. Jamás. Nunca pagaré la deuda, no conseguiré salir de este bucle de dolor. Y aunque lo hiciera, al final sé que volvería a tirarme de cabeza. Porque así son los remordimientos. Son un salto que se repite hasta la perdición del alma. Es lo peor, sin duda. Saber que merezco hasta el más mínimo ardor de pecho.

Yo tengo las articulaciones oxidadas. ¿Para qué ejercer un solo movimiento más, si solo voy a conseguir hundirme más profundamente en el lodo de mi memoria?

Yo tengo la corteza cerebral reseca y cansada de tanto remordimiento. Cansada de intentar evocar su recuerdo. Cansada de tanto demonio, de tantas voces que proponen soluciones, cada una más horrible que la anterior.

Yo tengo alguna parte de mí que ni siquiera puedo señalar hecha pedazos afilados que no dejan de clavarse por todos lados y dios. Duele mucho más de lo que puedo intentar explicar por medio de palabras. Supongo que el infierno debe ser parecido a esto. No imagino nada peor.

Yo tengo los labios en carne viva y la laringe rota de gritar su nombre. Podéis sumarlo a la lista de cosas que están dejando de funcionar dentro de mí.

Yo no tengo el corazón roto; eso sería demasiado abstracto, demasiado simple, demasiado leve castigo. Yo tengo hasta la última célula de mi organismo pincelada de un gris que no se decide a marcharse.

El dolor me está quemando por dentro de la manera más destructiva que jamás he presenciado. Huesos, músculos, venas y arterias. El dolor está acabando con todo. Yo me limito a dejarlo arder mientras camino y camino dirigiéndome a no sé dónde para hacer no sé qué.

Solo quiero que acabe todo esto de una vez.

Mis piernas trabajan por sí solas. Me llevo las manos a las sienes, que no dejan de palpitar. Palpitaciones, retortijones, dolor, sudor, sollozos, dolor, vacío, abismo. Definitivamente tengo que hacer que todo esto termine.

Ya no pienso en nada, habré desgastado el cupo de auto-odio. Mis piernas se mueven solas, mis brazos las siguen. Está saliendo el sol, no puedo recordar la última vez que vi amanecer antes de que él se fuera. No puedo recordar nada antes de que él se fuera.

Me dirijo a mi casa. Paso a paso, lentamente. El sudor baña mis sienes. ¿Cuánto tiempo llevo vagando? Acabo de recordar que tengo hambre y me muero de sueño. Nada de eso importa, pero es molesto sentir algo que no sea odio hacia mi persona. Creo que me he cruzado con alguien. El saludo llega a mis tímpanos difuso, resonando como si me encontrara debajo de una gran masa de agua y alguien de fuera estuviera tratando de llamarme. Ni siquiera alzo la cabeza. No quiero, no puedo. No lo merezco. Abro la puerta de casa con las manos temblorosas y un sudor frío bañando toda mi espalda. El hedor es lo primero que noto. Realmente huele como un estercolero, he descuidado mucho mi casa en estos últimos días. ¿Será así como huele también dentro de mí? Es lo más probable. Avanzo todo lo resuelto que puedo estar en este estado hacia el cuarto de baño, sorteando por el camino prendas de ropa que llevan siglos sin lavarse, botellas de cerveza cuya función es coger polvo y envoltorios de comida rápida. En un descuido, me miro en el espejo del recibidor. ''Un cadáver'', es lo primero que pienso. Mis ojos están hundidos y brillan con el ardor de un alma rota, mi cabello puede pasar por una fregona vieja con facilidad, mis labios presentan varias costras y no hablemos de las condiciones en las que se encuentra el resto de mi cuerpo. Aparto la vista con rapidez. Es suficiente. Terminaría rápido.

He llegado al baño. Actúo como un autómata, apenas sé cómo ni por qué se mueven mis manos, pero veo con dificultad que trabajan sobre una cuchilla de afeitar. Comienzo a llorar sin saber por qué, pero esto ya se ha hecho rutinario, así que tampoco trato de hallar una respuesta que se que no llegará.

Lo siguiente que recuerdo es mi sangre cayendo a borbotones sobre la bañera. Me sorprendió la cantidad de ella que había, al fin y al cabo, no estaba vació del todo. El rojo lo cubría absolutamente todo. El suelo era rojo, el grifo era rojo, los azulejos eran rojos. Dolía. Me alegré de localizar el dolor en un lugar que pudiera señalar con el dedo. Dejé de llorar y me desmayé con su rostro en mi cabeza.

~~~~~~

Han pasado un par de días desde mi intento fallido de suicidio. Ni siquiera conseguí quitarme la vida, patético, ¿verdad? La vía que tengo en el brazo me molesta, los murmullos que oigo en el pasillo me molestan. ¿Por qué no puede callarse todo el mundo de una vez? Mis células siguen grises, el sufrimiento sigue ahí. Pero ahora todo se ve más confuso con toda esta cantidad de luz –no sé qué tienen los hospitales con poner todos los muebles blancos- y ante todo, con los miles de analgésicos que me han hecho engullir los médicos.

Una vecina me trajo aquí, según me han contado. Al parecer, en el estado tan lejano de la realidad en el que me encontraba, olvidé cerrar correctamente mi puerta y la pobre mujer entró para darme algo de comida, pues muchos vecinos ya habían reparado en mi lamentable estado. Me encontró tirado en la bañera, desangrándome. Pero eso no importa, en realidad. Estoy tan sedado que solo alcanzo a ver como los colores del amanecer bañan la habitación. Es el quingentésimo segundo amanecer que veo desde que Ethan se fue. No sé cuantos más seré capaz de ver. Susurro su nombre y cierro los ojos, sumiéndome en un profundo sueño. No sé cuántos más tendré fuerza para ver...

¿Por qué le te tuve que decir eso? ¿Por qué esas fueron mis últimas palabras hacia él? Cuando en realidad, en el fondo de mi ser, pensaba todo lo contrario.
Soy deplorable, detestable y digno de odiar.

Aunque a pesar de todo esto, seré suyo para siempre.

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Capítulo hecho por bell_rain. Dadle las gracias a ella por este hermoso final <3

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