miércoles, 22 de julio de 2015

Capítulo 13 - Día 18. Colapso |Pétalos de rosa|

Historia



Autor/a: @SrMichaelis
Sinopsis: ¿Qué pasaría si en realidad no eres como todos quieren que seas? ¿Cómo te sentirías tú al respecto por ser diferente a ellos?
¿Y si te enamoras de alguien con el cual no puedes estar por que no está bien visto por la sociedad en la que vives?
Un largo recorrido entre obstáculos difíciles de pasar.
Capítulo: 13.
Géneros: yaoi, homofóbia, sociedad, injusticia, adolescentes, romance.
Personaje: Ethan, Simon y Normand.


Capítulo 13

Día 18 - Colapso


Aquella mañana Ethan no se levantó con la claridad del día, pues aun no había amanecido, sino con la baja temperatura que se dio antes del sol salir. Le costó recordar que aquel día no había vuelto a casa y que se encontraba en la calle. Ya todas las cartas estaban echadas. ¿Era aquello lo que se merecía?

Abrió los ojos y estos se empeñaron en cuanto vieron dónde se encontraba. Bajo un puente, apenas transitado, y con más personas a su alrededor durmiendo entre cartones. Al menos ellos habían sido listos y tenían algo con lo que arroparse. Él solo había traído cosas innecesarias como: un peine, un muñeco que le regaló su hermana cuando cumplió 10 años, unos calcetines y una cartera sin dinero en ella. Aquella cartera solo tenía sus tarjetas de identificación y algunas fotos de su familia y la de él y Simon. Se arrepintió enseguida de no haberse traído cosas con más utilidad, aunque los calcetines los utilizó como guantes porque tenía las manos congeladas. Apenas podía mover los dedos.

¿Ahora qué hacía? ¿Volvía a casa como si no hubiera pasado nada y se enfrentaba a la ira de sus padres? ¿O se quedaba vagando hasta el infinito por las calles más malolientes de aquella ciudad? Todo estaba tan nublado en su mente que no le dejaba pensar con claridad, con lógica. Aunque lo que si veía claro era que Simon ya le había dejado claro que no quería verle y le daba miedo enfrentarse de nuevo a aquellas hirientes palabras que podrían volver a salir de su boca si aparecía de nuevo por donde éste vivía. "Mierda" pensó, pues aquel recuerdo le había hecho estremecerse en el suelo de dolor emocional. Como si se tratara de un enorme retortijón en su barriga, aunque con más fuerza, en su corazón. ¿Y quedarse aquí? A saber si era una buena idea. Pero no quería seguir viviendo en aquella mentira donde él intentaba hacerse pasar por una persona normal solo para no avergonzar a sus padres. Quería que le trataran tal y como es y, aunque sus gustos no fueran como los de la gran mayoría de personas, eso no le hacía una peor persona. Una a la que pueden humillar de la manera en la que lo han estado haciendo toda su vida. No iba a aguantarlo por más tiempo.

Y si para ser como él se sentía debía estar solo, pues lo haría sin dudarlo. No más mentiras, no más miedos, no más pesadumbre por intentar ser quien querían que fuera. Y al parecer, aquellas personas que le rodeaban en su nuevo nido, iban a ser su nueva "familia". Seguramente cada una tendría una historia que contar y sus sombras en su cabeza, pero seguían siendo personas después de todo. Como él. Seguro que ellos si tendrían la amabilidad de aceptarle. "No estoy tan solo después de todo" intentó convencerse mientras cerraba de nuevo los ojos, cansado. Apenas había dormido unas horas aunque no sabía definir cuantas, pues un reloj no estaba entre sus cosas inútiles. No tardó mucho en llegar a los brazos de Morfeo, que le esperaban con ansias.

No volvió a despertarse hasta que escuchó unas estridentes risas que bañaron toda la parte interior del puente. Las personas que emitían aquellos ruidos se reían sin ganas, solo por pura maldad. Ethan abrió los ojos alertado y, sin apenas moverse mucho para no llamar la atención por seguridad, levantó la cabeza para ver qué pasaba: un grupo de niñatos de, seguramente, su edad, le estaban pegando patadas a un mendigo que, por evidencias, hasta hacía poco dormía plácidamente entre sus cartones. Eran cinco chicos liderados por el más corpulento y alto de todos ellos, quien era el más activo en la acción de herir a aquella pobre persona que solo quería un poco de tranquilidad en su infravalorada vida.

Al poco de seguir contemplando aquella injusticia, Ethan levantó todo su cuerpo con decisión y se dirigió hacia ellos para ahuyentarlos. Lo que no pensó es que aquello era una gran mala idea. ¿Ir hacia el peligro cuando estaba huyendo de él? ¿Solo por salvar una persona que tenía lo mismo que él, nada? Pero ya cansado de aguantar a tantos sabuesos aprovecharse de personas indefensas. Sacó fuerzas de donde no tenía. Hacía bastantes horas que no había comido un bocado de nada, pero su fuerza de voluntad no se vio afectada por eso. Gritó a los agresores que se marcharan a pleno pulmón mientras se acercaba más hacia ellos.

-¡Cállate"-dijo el líder mientras se le acercaba también con el puño en alto y el entrecejo fruncido. Estaba molesto porque alguien les interrumpiera. Era la típica personas que jamás ha cumplido una norma que no la hubiera puesto él mismo. El menor, por infortunio, no vio como se acercaba éste, pues había cerrado los ojos para sacar todo su descontento del interior. Fue otra muy mala idea.

Solo supo que estaba cerca de él cuando recibió el golpe en la cara. Le hizo perder rápidamente el equilibrio y cayó de bruces en el suelo. Sentía como su cara se hinchaba, pero aun no le dolía. Harto de tener que aguantar siempre la misma mierda, se levantó de nuevo y, esta vez, con los ojos bien abiertos, se abalanzó contra el que le había golpeado. Por inercia, abrió su boca y clavó sus dientes en el hombro del contrario, sin piedad. Solo por el placer de hacer daño en vez de recibirlo. Ahora se sentía poderoso. Notaba ese poder que todas las personas sentían cuando eran superiores a alguien -o eso es lo que ellos piensan-. En cuanto lo hizo, un enorme gemido salió de la garganta del musculoso chico que lo acarreaba encima. Luego, aprovechando su desconcierto, Ethan clavó sus uñas en la cara de éste y se la rasgó. Había perdido totalmente la cordura.

Todos los chicos de alrededor se asustaron. Veían como Ethan no tenía límites y sus ojos lo podían corroborar. Estaban más que abiertos y miraban hacia el infinito mientras seguía rasgando la cara del contrario con locura. Al final, los "secuaces" del chico fornido salieron huyendo pavorosamente. Nunca nadie les había plantado cara de aquella manera y no supieron como manejar la situación.

-¡Para!-gritó el mendigo, levantándose de su cama de cartón a trompicones por el dolor que le causaba las heridas. Se acercó hacia los dos chavales y posó una de sus manos sobre el hombro de Ethan.-He dicho que pares, por favor. Ya es suficiente.

Y, sin saber por qué, eso fue lo único necesario para que el menor volviera en si y dejara de atacar. Paró de agarrar al chico fornido y se tiró al suelo desconcertado, mirándose con odio sus manos.

-¡Me las pagarás!-dijo el chico con la cara llena de arañazos sangrantes mientras se alejaba corriendo por una de las grandes salidas del puente. Su voz había sonado como un gemido de dolor unido a una rabia tremenda.

Ethan no podía creer lo que acababa de ocurrir. Nunca había sido una persona violenta ni aunque le hubieran hecho cosas que la gran mayoría no hubiera aguantado ni un minuto. El mendigo que al había "salvado" estuvo con él hasta que el menor abrió la pompa en la que se había sumergido. Poco a poco le fue obligando a entablar conversación con él para calmarle. "¿Por qué estás aquí? ¿Y tus padres? ¿Crees que eso es tan malo como para irse de casa? ¿Cómo te llamas" fueron algunas de las preguntas con las que le bombardeó en poco tiempo. Estaba agradecido, si, pero también asustado y preocupado por Ethan. Nunca había visto a una persona comportarse de aquella manera siendo tan pasivo de normal.

Estuvieron así hasta que la tarde les llegó. El pobre hombre le había dado un poco de su comida para que Ethan pudiera seguir sobreviviendo y le había contado la historia de cómo acabó en las calles. "Yo era un hombre honrado, con familia incluso. Trabajé durante años de albañil en diferentes obras y, aunque no me iba excesivamente bien, no me iba mal y por eso no me quejaba. Pero un día, sin previo aviso, todo se derrumbó: me despidieron y al cabo del tiempo, mi esposa me dijo que no quería estar con una persona que no podía mantener ni a sus propios hijos y ésta, para que no me los pudiera quedar después del divorcio, me acusó de haber intentado abusar de ellos sexualmente. Imagínate, fui repudiado hasta por mi madre. Yo, una persona que ha querido más a sus hijos que a su propia vida. Que les he dado todo lo que tenía, aunque me quedara sin nada.Encima, después de todo esto, no encontré trabajo en nada, pues nadie quería contratar a una persona tan "asquerosa". La única opción que vi, fue la de irme a vivir a las calles pues sin dinero, acusado por cosas que no has hecho y sin trabajo, no eres nada para esta sociedad".

Escuchar aquella historia provocó que a Ethan se le partiera el corazón. Su historia no se podía comparar a la de aquel hombre. Pero no fueron aquellas palabras las que más le marcaron, si no otras que le siguieron después de ver la reacción que tuvo Ethan ante lo que le había contado aquél hombre.

-Yo ya estoy perdido pero tú... Vuelve con tu familia. Un padre siempre va a querer a su hijo aunque le cueste un poco aceptar como es. Vivir en la calle no es para nada bonito. Yo creo que ni si quiera se le puede llamar vida. Si tienes opción, no escojas esta. Hazlo por mi, no le desearía a nadie estar en el lugar en el que estoy. Y más un chico como tu, con tanta vida por delante y con tantas cosas felices por vivir (aunque tampoco te digo que todas lo sean).

Ahora, Ethan, ya no pintaba nada en ese lugar. Después de despedirse del mendigo con mucha emoción, le tuvo que prometer que volvería a su casa pese a lo que pudiera pasar después. Lo hizo porque se sintió culpable aunque aun no tenía claro si de verdad lo iba a hacer. Ahora, la opción de quedarse vagando por las calles eternamente, tampoco era una idea viable. ¿Qué debía hacer? Si hacía caso a su cabeza, volvería corriendo a su casa a rogar su perdón. Pero si hacía caso a su corazón, quería soledad, pues nadie podía curarle las heridas. Éstas sangraban sin cesar y lo único que iba a conseguir si seguía en contacto con la gente, era agrandarlas y sufrir más dolor.

Se alejó del puente, de nuevo, sin rumbo fijo. Estuvo andando hasta que las piernas le empezaron a doler y le pidieron un descanso. Hacía ya casi un día que estaba perdido por la ciudad en la que había nacido. Puede que no fuera muy grande, pero tampoco es que hubiera visitado mucho de ella. Lo único que veía era como la densidad de edificios estaba acabando y como una gran arbolada se abría cerca de ellos. La noche estaba empezando a amenazar desde casi el horizonte y la luz empezó a ser más tenue por momentos. Otro día más. Otro día más que se apaga y deja paso a otro suplicio. Se acercó hacia los árboles de la entrada del bosque y siguió caminando por el pequeño sendero que había por ahí, sin esperanzas de nada. ¿Es que no había tocado suficientemente el fondo del abismo? ¿Por qué nadie le podía guiar para salir de él?

-¡EH! Ahí está- gritó alguien detrás suya.

Ethan giró rápidamente la cabeza para ver de dónde venía aquel grito y, sin más que una leve mirada, supo quienes eran. Los de aquella mañana, si, los que habían estado abusando del pobre mendigo. Cinco chicos en bicicleta. Al parecer le habían estado buscando por todo el día para devolverle lo que le había hecho a su cabecilla, el cual iba primero de todos y muy furioso. Al menor se le encogió el corazón y no se le ocurrió otra idea que salir corriendo campo a través y que así, les costara seguirle pues el terreno no era muy regular. Corrió con todas sus ganas. El pecho le quemaba y la boca estaba más que seca, pero él no se paraba por nada del mundo. Sentía las voces de los chavales en su espalda, pisándole ya los talones. Al cabo de un tiempo, dejó de sentir las piernas y empezó a marearse pero, aun así, no paró de correr. No le iban a coger, no lo iba a permitir. A veces oía alguna caída de uno de ellos.

-¡No puedes escapar!-dijo uno de ellos, entrecortadamente.

-¡Te cogeremos y te mataremos! No lo dudes- dijo otro también con el mismo aliento. Llevaban demasiado tiempo dándolo todo sobre los pedales.

Aquellos comentarios solo consiguieron que Ethan se llenara de adrenalina y siguiera corriendo como si de una gacela se tratara. El suelo estaba lleno de raíces que sobresalían, de hoyos de diferentes tamaños que le obligaban a estar atento al suelo y la pendiente cada vez era más y más empinada. Todo esto contribuyó a que se obligara a dar un descanso. Pero justo en el momento que iba a hacerlo, vislumbró un puente. Un enorme puente que se elevaba encima de un caudaloso río -aunque no veía el agua, si podía oírla-. ¿Y si esa era su salida? Llegando ya a su límite físico, se fue hacia el puente lentamente. Miró hacia atrás y vio como solo quedaban un par de aquellos chicos persiguiéndole -evidentemente, el de la cara arañada seguía ahí-. Al parecer, no tenían otra cosa mejor que hacer que perseguirle. Pero afortunadamente, al igual que él, estaban bastante cansados.

Tardó bastante tiempo en llegar a su nuevo objetivo y, cuando lo hizo, volvió a notar la presencia de sus acosadores muy cerca de él. ¿Y si saltaba? Así todo aquello se acabaría. Así no molestaría a nadie más y él dejaría de sufrir. Así nadie le haría más daño.

Así podría ser libre.

Con las piernas temblándole por completo y casi sin respiración, fue hacia la mitad del puente y miró hacia abajo. Su corazón palpitaba con fuerza y apenas podía ver con claridad. El agua se movía furiosamente por toda la superficie del río. Ya estaba, ahí se acababa de todo. Sabía perfectamente que su vida iba a ser siempre huir de todo, como había estado haciendo recientemente. Nadie le iba a aceptar como era. Él no estaba hecho para ese mundo, para aquella era. Debía darse prisa y hacerlo antes de que perdiera el sentido.

Hubiera deseado que en aquel momento hubiera aparecido Simon por arte de magia y le hubiera defendido de aquellos chicos decididos a devolverle los golpes que él había dado a uno de ellos. Que le hubiera convencido que vivir era la respuesta a todas sus preguntas y que él iba a estar siempre a su lado. Pero después de un segundo esperando con fuerza aquel deseo, nada pasó y no tenía tiempo para esperar más.

Miró hacia los chicos que apenas estaban a dos metros de él, sonriente. Ya no le podían coger. Ahora iba a ser libre. ¿Locura? Podía ser una pero... ¿qué otra opción tenía? ¿Ser agredido de nuevo? No gracias.

-¿Pero qué estás haciendo?-dijo uno de ellos mientras se daba prisa por alcanzarle.

-¡NO SALTES!-dijo el otro, aunque ya era demasiado tarde.

Ethan, como pudo, había sorteado el pasamanos de seguridad y ya se encontraba volando hacia su final.

En sus últimos segundos de vida antes de caer al río, golpearse con el fondo de éste y ahogarse, su mente se inundó de millones de imágenes. Toda su vida pasó por delante de sus ojos y no paró hasta que las últimas imágenes de él y Simon aparecieron, pues los recuerdos restantes no eran de su vida. Si no de su descenso hacia la muerte.

Su vida terminó en el momento que su fuente de felicidad dijo aquellas palabras.

"Me das asco".

-Si, yo también me doy asco- susurró Ethan en el agua mientras decenas de burbujas salían de su boca y escapaban hasta la superficie.

Día 18 y el último.

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