jueves, 9 de abril de 2015

Capítulo 2 - Derrumbe |Siempre cojo las cosas por donde queman

Historia




Autor/a: @SrMichaelis
Sinopsis: 
Fanfic de Draco Malfoy como protagonista.
Tú, que tanto dices conocerme, ¿de verdad eres capaz de reconocerme ahora? ¿Incluso después de ser como tu esperabas?
Me lo imaginaba.
Capítulo: 2.
Géneros: angustia, dolor, fanfiction, hetero.
Personaje: Draco Malfoy.


Capítulo 2

Derrumbe


Alterado, esa es la palabra que me define ahora mismo. Mis cejas completamente fruncidas, las largas bocanadas de aire que coge mi boca y los perdigones de saliva que habían salido en cuanto dije "lárgate" a la chica que me había ayudado a no morir no hace mucho, lo demuestran. Ella me incomoda. Su mirada es como si pudiera leer todo lo que me pasa por la mente y me asusta que de verdad lo haga. Es tan intensa e hipnotizante. Creo que no puedo apartar mi vista de la suya. Me cautiva sin mayor dificultad.

-No pienso largarme, me necesitas-dice sin piedad. ¿Cómo osa decirme eso? Yo, ¿necesitar a alguien? Já. No necesito a nadie, puedo arreglármelas solo, siempre. Creo que se está riendo de mi en mi propia cara o al menos eso es lo que me parece. Tiene que salir de mi vista YA.

Me levanto de la cama y, aunque al principio me cuesta andar y mi cuerpo se tambalea un par de veces, consigo andar hacia ella con la cabeza bien alta, con dignidad. Me da igual estar medio desnudo, no hay nada nuevo que no haya visto en su vida. Llevo una de mis manos hacia mi pelo y lo intento domar con ella, tirando los mechones más largos hacia un lado de mi cabeza. Luego, cuando por fin estoy a medio metro de ella, esbozo una sonrisa maliciosa para intimidarla. Pero ella aun así no me aparta la mirada un segundo y como consecuencia, yo tampoco puedo dejar de observarla. Por un momento hace que me maree, pero consigo aguantar la compostura. Que chica más extraña... ¡pero no deseo saber nada de ella! Quiero que se vaya de mi cuarto ipso facto.

-Fuera de aquí, solo estás molestando-digo fríamente, como mejor se socializar vamos. Pero ella ni se inmuta, como si no le afectaran mis palabras. Como si el odio con el que van envenenadas a ella no le hiciera ni el más mínimo rasguño. Eso hace que mi grado de alteración crezca por momentos. Odio cuando la gente no hace lo que yo digo al segundo de hacerlo.

-Uhh-suspira sonoramente. Luego se lleva una de sus manos a la cabeza y pellizca el puente de su nariz mientras cierra levemente los ojos. ¿Cansada? Si, ahora que me doy cuenta de sus notables ojeras, puedo decir que está cansada. Además, ahora que por fin ha dejado de clavarme su mirada, puedo mirar hacia otro lado.-Eres insufrible Draco.

-Lo sé y me encanta-le respondo al segundo de que ella haya acabado de hablar.-Y tu me estás desesperando...-mierda, no recuerdo su nombre. Se quien es perfectamente, la he visto millones de veces cerca de Pansy, pero... ¿por qué no se su nombre? Siento como está en la punta de la lengua pero no sale. Dejo de fruncir un tanto las cejas. La confusión me obliga a hacerlo.

-¿Qué?-se le escapa y empieza a reír. Las carcajadas se meten dentro de mis oídos y hacen que retumbe todo mi ser interior.-¿Es que Draco Malfoy ha olvidado por fin un nombre?-Algo da un latigazo a mi cerebro, produciendo un dolor insoportable. Me agarro la cabeza con ambas manos y encorvo un tanto la espalda hacia adelante para intentar calmar el dolor, pero no funciona. De mi pecho siento como se va creando una bola de irritación acompañada de un rugido que sube por mi garganta velozmente, pidiéndome salir.

-¡Qué te largues he dicho!- y por fin lo hace. Asustada, primero da un paso hacia atrás. Luego, dubitativa, va hacia la puerta y se queda ahí un par de segundos. No se que espera de mi, no pienso pedirle que se quede. Uno, de verdad no la necesito. Dos, mi orgullo no me dejaría hacerlo jamás de los jamases.

Al ver que yo no hago nada para impedirlo, al final sale de mi habitación hacia quien sabe dónde. La verdad es que me da igual lo que haga ella. Pero si me gustaría saber su maldito nombre, ¿por qué no lo recuerdo? ¡Por Salazar! Paso. Vuelvo de nuevo hacia mi cama y busco mi varita. Afortunadamente no tardo mucho en encontrarla. Está perfectamente puesta en la mesita de noche, junto a un par de cosas que llevaba en los bolsillos ayer. Mi vestimenta está impecablemente puesta en el respaldo de la silla de mi zona de estudio. Voy hacia ella y paso mi palma por mi túnica. Está caliente. Los rayos del sol la han estado calentando durante toda la maña... ¿¡QUÉ HORA ES!? Vuelvo otra vez hacia la mesita de noche que está a un palmo de mi cama y cojo el reloj de bolsillo que me regaló mi padre cuando entré en esta maldita escuela. Desde entonces lo he estado llevando conmigo siempre. Esto y mi varita nunca se han desprendido de mi ni un solo día. Miro la hora y veo que es casi la hora de comer. ¡Me he perdido todas las clases de por la mañana! Muy a pesar de mis nudillos ya sensiblemente dañados por culpa del incidente de ayer, pego un puñetazo a uno de los cajones del mueble más cercano a mi. Acabo de manchar mi impecable racha de asistencia a las lecciones y eso no me gusta nada. El dolor que me produce el golpe tiene una pizca de más intensidad que el de ayer, pero si no llego a darlo creo que hubiera implosionado de la rabia. Se podría decir que estoy muy rabioso últimamente.

Cuando veo que ya me he calmado notablemente, cojo mi ropa y me visto en menos tiempo que tarda una Snitch en hacer que la pierdas de vista -vale, no en tan poco tiempo, pero es un récord para mi hacerlo tan rápido ya que suelo cuidar mucho mi imagen-. Doy por supuesto que mi pelo no está demasiado mal, por lo que paso de peinarme. No puedo perder más tiempo. Cojo todo lo indispensable para ir a comer y antes de salir miro mis nudillos. Los de la manos que acaban de recibir el golpe están un tanto rasgados, pero los de la otra... se ven completamente normales. Y ahora que lo recuerdo, puedo mover el brazo completamente bien. Intrigado, subo la manga de la túnica y de la camisa para ver como tengo la herida que hacía nada no paraba de echar sangre. Ahora solo hay un par de marcas no muy acentuadas en mi antebrazo... aunque ahí sigue la maldita Marca Tenebrosa, tan perfectamente dibujada como siempre.

-No...-suelto de repente. ¿Y a qué no sabéis por qué? Si supongo bien, ella me ha curado la herida e indirectamente ha tenido que ver la marca. Si, esa marca que no debería saber nadie que la tengo porque si no... De verdad, ¿cómo he podido ser tan descuidado? Últimamente estoy cometiendo demasiados errores que me pueden costar la vida. Ahora ella lo sabe y seguro que ya lo habrá predicado por cada esquina de la escuela. Es mi fin. Maldita sea ella y todos los malditos sangre sucia que hay en esta detestable escuela.

Después de haber dado un par de vueltas por mi habitación enfurruñado y maldiciendo cosas en mi cabeza, salgo hacia la sala común de Slytherin -donde afortunadamente no hay ni un alma-. Seguro que llega a haber alguien y ya se me habría quedado mirando con cara de estúpido -o estúpida, quien sabe-. Luego, a paso bastante rápido, voy hacia el comedor porque apenas faltan dos minutos para que empiece la comida. Quien diría que yo, Draco Malfoy, llegaría tan apurado a un evento de la escuela. Siempre quejándome de la impuntualidad de todos los demás y ahora soy pecador de ello. Para mi fortuna, cuando llego, las puertas aun están abiertas y entro junto con todo el bullicio de gente que también llega con la hora justa. Si no estuviera viviendo un día como el de hoy, ya me habría parado a mirar las caras de algunas personas para hacer alguno de mis comentarios hirientes. Pero como he dicho, hoy me ha tocado vivir esta calvarie. En el fondo se que no lo hago por miedo a que todo el mundo sepa el secreto y se de cuenta de que estoy aquí. Muchos han teorizado ya si de verdad soy un mortífago o no, pero hasta ahora nadie de la escuela sabe que lo soy -quitando a Snape-. Salgo lo antes posible de la muchedumbre que rodea la entrada y me dirijo hacia la mesa de Slytherin, donde hay varios estudiantes sentados que desvían su mirada para observarme llegar. Veo como Crabbe baja la mirada arrepentido en cuanto paso por su lado y eso me reconforta. Después de mucho pensarlo, decido sentarme entre los que me consideran su "amigo": Zabini, Goyle, Crabbe y desgraciadamente, Pansy. No se como lo hace para arreglárselas siempre y ponerse a mi lado. Ojalá le hubiera pegado el puñetazo a ella, oye.

-Hola chicos-digo hipócritamente con una sonrisa muy forzada. Ellos me devuelven el saludo incómodos por mi presencia -incluso Pansy lo hace-, lo noto en sus cuerpos congelados y sus miradas perdidas sobre mi persona. Suelo causar últimamente esa respuesta sobre los que me rodean.
Me siento extraño. Si se hubiera corrido ya el rumor de que soy de verdad un mortífago como el 99% de los estudiantes piensa, no habría nadie a mi alrededor, ya se habrían marchado huyendo por el miedo. Pero de momento siguen aquí, a mi lado, aunque no muy cómodos con mi presencia. Tardo un par de segundos en evaluar la situación y en ponerme a comer como un poseso. Ayer no cené y debería haberlo hecho porque las reservas de mi cuerpo son totalmente nulas. El adjetivo fibroso se queda corto en mi cuerpo. Cada mirada que siento sobre mis sienes es una inseguridad más en mi mente. Es imposible que una noticia así de jugosa no la haya utilizado ella ya en mi contra. Al menos, yo lo hubiera hecho en el caso contrario. ¿Es que prefiere hacerme sufrir un poco primero para luego ya rematarme? No lo entiendo.

Consigo comer un par de cosas que me sientan especialmente bien, aunque mi barriga no se llena con ellas. No puedo seguir haciendo como que no pasa nada delante de todos estos ojos curiosos hambrientos de cotilleos. Disimuladamente hago como que estoy lleno para aparentar y hago el ademán de levantarme, pero antes de hacerlo, veo como mi lechuza se está dirigiendo hacia mi puesto con una carta enrollada entre sus garras. "Hora del correo" pienso. Mi madre es la que normalmente me suele enviar todas las cartas que me llegan aquí, a Hogwarts, y realmente espero que sea una de ella porque necesito ahora más que nunca todo su apoyo. Mi mascota se acerca lujosamente hacia mi, su pelaje negro con manchas marrones apenas se mueve durante el vuelo, y me tira majestuosamente la carta a mis manos. Yo, en cuanto siento su presencia sobre mis palmas, la agarro y me la meto en el bolsillo. No sin antes mirar de quién: Narcissa Malfoy. Menos mal. Ahora si que me levanto de la mesa y pongo rumbo hacia un lugar privado en el que pueda leer mi preciada carta tranquilo. Y qué sitio es mejor para eso que La Sala de los Menesteres. Tengo poco tiempo libre hasta la siguiente clase, por lo que debo darme prisa en llegar a ella.

Casi voy corriendo por los pasillos de la escuela buscando desesperadamente estar solo para que la sala aparezca ante mi.  La Sala de los menesteres ha sido uno de mis refugios favoritos desde que tengo uso de memoria en esta escuela. Me ha ayudado bastante en mis estudios ya que necesito estar completamente solo y en silencio y bueno... hay veces que en las habitaciones de Slytherin eso no se puede conseguir por las continuas peleas verbales y no tan verbales. Además, en mi habitación puede entrar cualquiera a cualquier hora -menos las chicas pasada cierta hora de la noche- y siempre me acaban desconcertando quiera o no. Pasados 5 minutos buscando la soledad, la encuentro en uno de los pasillos baste alejados de donde comencé a buscar. Miro hacia ambos lados para cerciorarme que no hay nadie y ante mi se va apareciendo lentamente la puerta de la sala. Mi corazón empieza a palpitar de emoción y curiosidad. Quiero leer ya la maldita carta de mi madre. En cuanto termina de aparecerse, la abro rápidamente y me meto en ella. Cierro la puerta estridentemente tras de mi agobiado. La pequeña espera -mientras aparecía la sala- me había hecho perder la respiración temporalmente. Meto mi mano en el bolsillo donde guardé anteriormente la carta y la saco temblorosamente. Necesito que mi madre me diga -como siempre- que todo va bien y que va a seguir yendo bien pase lo que pase. Entre las pocas lágrimas que pasan todos mis muros de contingencia, abro la carta y la leo:

"Hola hijo, amor mío.

Se que hacía tiempo que no te he enviada ninguna carta pero créeme que no es porque no haya querido. Desde que encerraron a tu padre en Azkaban no he estado muy dispuesta a hacer estas cosas. He llorado. He llorado más que en toda mi vida al ver que se lo llevaban para siempre. Tengo miedo, mucho miedo, y supongo que tu estás igual que yo. Pero vengo a decirte que no estás solo. Nos tenemos el uno al otro como siempre ha sido. Nosotros podremos superar esto.

Antes de irse tu padre, me dijo que el señor te mandó una misión muy importante que debes cumplir lo antes posible, aunque desgraciadamente no llegó a decirme cual. Espero que estés pensando ya en como realizarla y que nos honores haciéndola perfectamente. Tu padre está muy orgulloso de ti, Draco, por seguir sus pasos tan perfectamente y tiene mucha esperanza en que nos saques de esta miseria social. Lo último que logró decirme antes de que se lo llevaran es que te quiere y que se arrepiente de no habértelo dicho las veces que a él le hubiera gustado.

Pese a todo y a que no la cumplas como es debido esta misión, no te voy a dar de lado. Lo primero somos nosotros y luego lo que venga. Quiero que sepas esto porque se que debes sentirte muy presionado ahora por tu repentina y alta responsabilidad de nuestro apellido. Eres un Malfoy y nunca dejarás de serlo a pesar de las borrascas.

Como siempre, te recuerdo que eres la cosa más preciada de mi vida y que te echo muchísimo de menos. Un abrazo tuyo me ayudaría llevar todo lo que tengo que cargar ahora mismo a mi espalda. Estos malditos x no me dejan en paz ni un solo minuto.

Te quiere, Narcissa Malfoy.

Para mayor seguridad, esta carta desaparecerá en cuanto termines de leerla."

Y tal como dice en la carta, desaparece ante mis ojos. Primero empieza a quemarse por una de las esquinas del pergamino, pero luego se llena en llamas hasta que no quedan más que sus cenizas minúsculas que salen volando con la leve perturbación que provoca mi aliento. Más lágrimas consiguen traspasar mis barreras y caen por mis mejillas sin piedad. Lloro de tristeza, mas me están purificando el alma. He sido tan tonto que las he estado reteniendo por tanto tiempo que al final... queman. Los ojos me arden y la nariz me empieza a moquear. Empiezo a correr por la sala a lágrima viva mientras voy moviendo mi cuerpo espasmódicamente, soltando todo lo que llevo dentro. Aquí puedo gritar, llorar, gemir, que nadie me va a escuchar. Puedo mostrarme tal y como me siento en mi interior. Hay veces que golpeo uno de los montones de chatarra que hay esparcidos aleatoriamente por la sala. Señores y señoras, bienvenidos a mi terapia contra la depresión y el derrumbe personal. Esto es lo malo de intentar no mostrar ninguna emoción cuando estás rodeado constantemente de personas.

Hubiera querido leer de nuevo el "te quiero" que mi madre habría escrito con caligrafían aun más perfecta que la mía, pero ya no está. Ella ha sido, es y será, la única mujer que con esas dos palabras pueda causar esta respuesta en mi persona. Yo sigo medio danzando, si es que se le puede llamar así a como muevo mi cuerpo, por donde éste me lleva hasta que mi pie se topa con algo un tanto más duro de lo normal. El grito que suelto es desgarrador para los oídos de cualquiera -incluso los míos- y caigo al suelo dolorido. Me quito el zapato que "resguarda" mi pie y lo tiro con violencia delante mía. Éste choca con el objeto que me ha causado éste repentino dolor y cae unos centímetros de mi cuerpo sentado. ¿Tan grande es la cosa contra lo que me he chocado? Pues si. Ante mí se alza un majestuoso armario de madera de tonalidad oscura. Espera, este armario me suena de algo. Juraría haber visto uno casi idéntico no hace mucho. ¡Ya está! Casi a principio del año fui con mi madre al callejón Knockturn, a la tienda de Borgin y Burkes, en donde había un armario clavado a éste. El orgullo me invade por un momento al haber recordado semejante detalle, pero luego me levanto de un movimiento rápido y me acerco a la gran obra de arte que tengo ante mi. Olvido el hecho que en uno de mis pies siento más frío que otro porque no llevo zapato. Sin duda es casi el mismo, solo que el color de éste es un poco más apagado que el de la tienda. Supongo que será porque el de allí si lo cuidan medianamente y aquí, bueno, seguro que nadie lo habrá utilizado en años. Además, esto no puede ser una simple coincidencia. Es más que evidente que este armario no estaba en esta sala hasta hace poco, porque sino lo habría visto. Vamos, como para no hacerlo. Maldita sala de Menesteres y su forma de ayudarme indirectamente. ¿Es que no podría habérmelo puesto pegado a la pared u otra cosa? No, tiene que estar aquí en medio, donde perfectamente me puedo hacer daño con el maldito mueble.

¡La hora! Miro mi reloj con prisas y me doy cuenta de que no quedan más que cinco minutos para que empiece la primera clase de por la tarde. Mierda, otra vez tarde. Antes de irme acaricio la antigua madera del armario y me pongo el zapato. Hubiera sido demasiado gracioso para algunos el darse cuenta de que solo llevo uno y no quiero volver a perder los nervios. Antes de salir pienso "De alguna manera, tu me ayudarás en mi misión" dirigiéndome al armario -y de verdad espero que lo haga- y luego salgo corriendo hacia mi habitación a coger lo necesario para pociones. Menos mal que es con el profeso Snape, el cual nos tiene una especie de predilección hacia los de Slytherin - puede ser porque básicamente es el jefe de nuestra casa-. En el fondo me encanta este hombre. Es otra de las personas que admiro, a parte de mi padre. Aunque sea un mestizo, se merece toda la fama que ha conseguido ya sea por la creación de ciertos hechizos, como su gran maestría con las pociones y las artes oscuras -entre otras cosas, como ser un perfecto duelista-. Pero incluso con esa ventaja, no puedo dejar que los demás vean que ya no sigo siento tan perfecto como siempre lo he sido.

No puedo dejar a nadie ver que interiormente me he derrumbado por completo.

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