domingo, 5 de abril de 2015

Capítulo 1 - Decadencia |Siempre cojo las cosas por donde queman|

Historia




Autor/a: @SrMichaelis
Sinopsis: 
Fanfic de Draco Malfoy como protagonista.
Tú, que tanto dices conocerme, ¿de verdad eres capaz de reconocerme ahora? ¿Incluso después de ser como tu esperabas?
Me lo imaginaba.
Capítulo: 1.
Géneros: angustia, dolor, fanfiction, hetero.
Personaje: Draco Malfoy.


Capítulo 1

Decadencia

Realidad, bonita palabra ¿no? Significa tanto y tan poco a la vez para mi. Todo lo que ahora veo lo es. Los murmullos de fondo son reales, los estridentes gritos de algunos estudiantes de Slytherin y las miradas curiosas también lo son. Que de mi brazo esté saliendo una cantidad importante de sangre es igualmente real, aunque eso me gustaría que no lo fuera. El fuerte golpeteo de mi propia sangre en mis sienes, oh si, eso si que es real amigo mío. Puedo confirmarlo, tengo pruebas suficientes. ¿La gente que acude a ayudarme? Eso, por desgracia, no es más que una ilusión. No es realidad. Solo es un deseo ardiente más en mi corazón, aunque poco a poco se están apagando, perdiendo lo poco de realidad que tienen -la que le doy yo-. Al igual que miles de cosas que no tengo y quiero tener. Siento un vacío de realidad en mi interior tan inmenso... como un abismo colosal imposible de llenar. Un mejor ejemplo sería la trompeta de Gabriel: una simple superficie infinita con un inmenso volumen finito imposible de pintar toda su cara.

Solo han pasado unos minutos desde que mi brazo empezó a sangrar pero ya me estoy hartando de que todo el mundo clave su mirada sobre mi débil cuerpo -aunque eso ellos no lo saben-. Están ahí, petrificados, como si les hubieran echado un Petrificus totalus -y no niego que no sea mala idea- a cada uno de ellos. La palabra irritación se queda corta con lo que siento ahora mismo. Una bola ardiente y sedienta violencia sube por mi garganta, deseosa de salir a destruir todo lo que le da tiempo a tocar. Se que estoy abusando ya de los ojalás, pero ojalá le pudiera pegar una paliza a alguien. Hacerle daño así porque sí a quien sea, como si fuera lo más común del mundo. A lo mejor así consigo calmar esta sed de violencia que se apodera de mi por momentos.

A veces me gustaría poder controlarme más con mis cambios tan repentinos de humor. No ser tan impulsivo cuando siento una amenaza o un retazo de ella a mi alrededor. Soy muy delicado, lo sé. Pero es como un acto reflejo en mi. A todo esto, estoy sintiendo una terrible presión en mi boca. Mis dientes se están aprisionando los unos contra los otros, produciéndome una sensación bucal extraña. Antes de darme cuenta de mis movimientos, de mis propios actos móviles involuntarios, ya me he levantado y empezado a andar con rumbo fijo hacia la multitud expectante. Un par de cobardes -aunque listos, cabe decir- salen huyendo rápidamente de la sala común cuando apenas he dado dos pasos, pero los demás no rompen su estado de piedra. Se ven tan frágiles, tan fáciles de despedazar, aunque intenten poner cara de lo contrario. Hipócritas. Podría acabar con ellos incluso con mis manos, mis simples y valiosas manos.

Si supieran lo que estoy pensando no estarían aguantando el miedo por hacerse los valientes. Saldrían corriendo temiendo por su vida, temiendo por mi ira. Saben de lo que soy capaz de hacer.

La distancia entre ellos y yo es más corta. Me estoy viniendo arriba sintiendo su aura de pánico. Cada paso que doy sus ojos parpadean involuntariamente mostrándome sus sentimientos. Noto el poder que ello produce en mi cuerpo. Si, se que dije no hace mucho que ya no me movía pero no descarté que éste se pudiera apoderar de mi cuerpo cuando le diera la gana. Aun con el brazo izquierdo inútil, se que puedo ganarles. A todos ellos. Pero con uno basta. Solo hace falta que uno lo pague para que los otros aprendan la lección: No mirar a Draco Malfoy. Las moscas que suelen atormentar mi dañado corazón hacen un pequeño viaje hacia mi barriga, produciéndome un leve cosquilleo en ésta. Un gratificante cosquilleo. Una sonrisa ladina en mis finos labios lo hace notorio al público.

-¿Se te ha perdido algo? ¿Tu correa de mascota muggel* a lo mejor? -dice alguien entre la multitud. Sus palabras empezaron con confianza y fiereza, pero los adjetivos se fueron apagando a medida que da paso a la segunda pregunta. No me hace falta mucho mover los ojos para encontrar el foco del que ha provenido aquellas inmundas palabras. Su voz, su modo de habla y su inseguridad. Crabbe. Es tan obvio.

Ahora, después de haber intentado rebelarse ante mi sin éxitos, se acobarda de sus actos y da un paso hacia atrás. Parece que tiene prisas por salir corriendo hacia donde sea. Por su fortuna, no siento la necesidad de perder mi preciado tiempo en él. Siempre ha sido un peón, alguien sin importancia aunque su sangre sea pura. Lo ha demostrado todos estos años atrás siento uno de mis perros falderos, o como los llamaban algunos otros, mis secuaces. Ya era hora de que dejara de comerme el culo después de todo lo que le he hecho, aunque se que luego va a volver a mi buscando la protección y la confianza que él no tiene.

Decidido y con mi objetivo ya marcado. Doy un paso hacia él para asustarlo más y hacer que salga corriendo, pero antes de apoyar el pie en el frío suelo, veo como un movimiento casi imperceptible al ojo humano perturba mis planes. Proviene de una regordeta cara afeminada. Millicent Bulstrode si no recuerdo mal. La ahogada sonrisa ya no está pero la he visto claramente, casi ha tenido la valentía de reírse de un comentario despectivo hacia mi. Mi boca suelta toda la presión acumulada abriendo un tanto mi mandíbula, aunque luego muerdo mi labio fuertemente reprimiendo el odio. Una mestiza. No suelo odiarlos tanto como a los sangre sucia, pero siguen sin ser puros al fin y al cabo. Además, ese armario ha intentado reírse de mi. El poder que se había estado acumulando durante todo este tiempo en mi interior, en cuanto logro apoyar el pie en el suelo, es liberado en forma de puñetazo. Puedo notar como la velocidad golpea mi cara, despeinándome en el primer instante que la siento. Mi puño no tarda en impactar contra la mandíbula de la gorda.

El golpe en seco produce una vibración en cada uno de mis huesos y que mi pelo caiga por encima de mi cara, tapándola. Como no he parado de morderme el labio con fuerza, el retumbo ha provocado un pequeño corte en él. Nada significativo en comparación con lo que le he hecho a Bulstrode. Mi dolor no es nada comparado con el suyo. Lo veo en sus ojos, en como me suplican misericordia mientras me mira sobre el suelo con la boca desencajada. Sabe que si quiero puedo seguir hasta matarla. Y lo haría, lo juro, pero creo que no quiero forzar mis vírgenes nudillos. Eso, o es que de verdad no estoy hecho para matar a nadie aun en mi peor día. Lentamente abro la mano mientras la miro embobado. Paso de los gritos, de las plegarias y de todo el barullo que se ha formado a mi alrededor. Los susurros han pasado de un segundo a otro en una agradable sinfonía de fondo. Ahora me centro en mi, en lo que me está costando abrir mi inútil mano. ¿Quién hubiera imaginado la fuerza que ésta tiene?

El director de la orquesta baja el volumen de su música, ya apenas escucho nada. Una de mis piernas tiembla haciéndome caer sobre una de mis rodillas. He olvidado completamente que mientras que yo intentaba llevar a cabo el regodeo de mi poder, estaba sangrando. Esta vez no es a un ritmo tan alarmante como el de ayer pero el nivel de sangre en mis venas no es muy alto, pues me está afectando mucho más. Me siento anémico. Siento como mi cuerpo se desinfla por cada gota de sangre que sale de mi brazo.

-¿Estas bien?- dice alguien en mi mente. Se que no es real porque nadie se atrevería a hablar conmigo, no después de lo que acabo de hacer. Centro la vista hacia una de las paredes verticales ,que encierra la sala común, e intento tranquilizarme. Mi vista se tambalea, no para de moverse de un lado a otro. ¿Por qué no puedo dejar los ojos sobre un punto? ¡Ah! Puede ser porque a lo mejor el que está pegando tumbos soy yo-¡Draco, por Salazar!- vuelve a decir la misma voz en mi mente.

-Lárgate- susurro. Estoy harto que voces que nunca he escuchado hablen libremente en mi cabeza. Solo quiero escucharme a mi mismo, ya tengo suficiente con mi propia conciencia como para que se le una otra nueva e irritante vocecilla. Pero al perecer, ésta no quiere irse.

-No seas imbécil, Draco- estaba a punto de gritar "cállate" a pleno pulmón pero algo me hizo recapacitar ese acto. En mi nublada visión una sombra, parecida a la de una persona, se mueve delante mía y me coloca los mechones de encima de la cara detrás de mis orejas.

Estoy alucinando de nuevo, seguro. Estoy viendo como alguien está ayudándome y eso no puede ser más que una alucinación producida por mi desequilibrada mente. Nadie en su sano juicio se acercaría a mi en este estado. Nadie sería tan tonto como para ayudar a ésta víbora que solo sabe envenenar todo lo que toca. Pero las manos que siento sobre mi cara son reales. Su tacto delicado y suave es real. Su aliento sobre mi blanca y rota tez me lo corrobora.

Duda. La duda golpea mis pensamientos y hace que derribe por un instante el muro de sentimientos que he levantado con tanto esmero durante todos estos años. Todo esto se traduce por un leve temblor en mi labio inferior. Estoy más expuesto de lo que pensaba en un principio. ¿Qué hago? Mi cuerpo no responde y se que de un momento a otro me voy a estampar contra el suelo como el armario que acabo de derribar hace poco. Además, los profesores no tendrían que andar muy lejos. Alguien les ha avisado ya seguro, con los chismosos y oportunistas que son algunos Slytherins -realmente me estoy definiendo a mi mismo sin quererlo-.

-Deja que te ayude, vamos-insiste. Vaya, parece que no piensa irse hasta que ceda a ser ayudado. ¡Que persona tan cabezota! Se parece a mi. ¿De verdad la necesito? Aun creo que puedo llegar bien solo a mi habitación, donde tengo unos restos de ungüento sanador que hice para curarme la herida del brazo ayer.

Me armo de valor y expongo todas mis fuerzas al gran esfuerzo de levantarme y conseguir estar sobre mis dos pies. Todo va bien, mi cuerpo lentamente se levanta y vuelve a la altura normal. No ha sido tan difícil. Feliz, me dispongo a dar el primer paso cuando noto una presión en el brazo derecho. Me está sosteniendo. Yo, con repulsión, alejo sus largas manos de mi piel. Voy a dar el segundo paso, pero ahora si que noto todo mi peso sobre mis pies. Ahora las dos piernas me fallan y vuelvo a caer de rodillas, aunque esta vez con las dos. Vale, que no cunda el pánico. Debe haber otra solución. A lo mejor puedo ir levitando hacia mi habitación. Busco desesperadamente la varita dentro de mi bolsillo derecho, que es donde la suelo dejar, pero no está. Luego hago lo mismo pero con cada uno de los bolsillos que llevo ahora mismo. Nada. Mi varita no está.

-Te la he quitado porque sabía que ibas a intentar utilizarla- me dice, con orgullo. Su tuviera las fuerzas suficientes ahora mismo tendría mi puño sobre su cara también, pero no las tengo. Maldigo todo lo maldecible en este momento. ¿Es que no me va a dejar solo o qué?-Deja que te ayude, ¡por Salazar Draco! Que estás fatal.

"No la escuches" grito en mi mente. Intento pasar de ella, ignorar cada palabra que sale por su boca, pero no se da por vencida. Esta vez vuelve a agarrarme más fuerte del brazo y a tirar de mi hacia arriba. Yo aprovecho ese acto para ponerme de pie y intentar zafarme de su agarre, pero ya soy incapaz. Lo único que me mantiene de pie es ella. Humillado interiormente, llevo mi brazo aun útil encima de sus hombros y me echó un tanto sobre ella. No pienso decir ni una palabra, mucho es que le voy a dejar que me ayude. Si piensa que se lo voy agradecer encima, la lleva clara.

-Eso es, no te preocupes-hace una pausa para cargar mi peso mejor sobre sus hombros, escogiendo la postura más cómoda para ello-Voy a ayudarte.

Eso espero. Eso espero, de verdad. Mi ojos amenazan en cerrarse de un segundo a otro. No consigo luchar contra el sueño que quiere apoderarse de mi cuerpo en estos momentos. Me va a ganar, lo presiento. Un minuto más en este estado y me voy a ir. No se donde estoy. No se para dónde vamos. No se nada. Mis piernas se mueven mecánicamente hacia donde son conducidas. Poco a poco tengo que ir apoyando mi cuerpo sobre ella, provocando que mi espalda se encorve porque es más baja que yo. Si tuviera que elegir una palabra para describir lo que siento ahora, sería interminable. El tiempo pasa tan lentamente que me desquicia. Estoy medio moribundo, medio pisando el mundo de los muertos de nuevo y quiero deshacerme de está pesadez que tira de mí hacia el suelo. Pronto mi respiración es dificultosa y algo ruda. Cada vez que voy a coger aire hago un ruido muy desagradable que hace que los pasos de la persona que me lleva casi a cuestas sean más rápidos.

-Lo estás haciendo muy bien, ya casi hemos llegado-me dice con serenidad. ¿Cómo puede estar con esa tranquilidad en un momento tan crítico? Ni yo podría hacerlo. Oigo como una puerta se abre lentamente y su respiración. Su respiración es profunda y pausada. Todo lo contrario a la mía.

Más tarde, y sin perder un minuto, tira de mi hacia el interior de una sala. Creo que mis ojos se han cerrado ya porque lo veo todo negro. A esto se le une que mis piernas han decidido dejar de moverse. Creo que ahora mismo estoy cayendo, pero no estoy seguro de ello. Espero el impacto y este llega, aunque no de la forma que me imaginaba. Estoy sobre algo blando, acolchonado y caliente suelo. Esto me relaja un poco, pero aun sigo perdiendo sangre. La escucho susurrar cosas y siento como a veces roza mi congelada piel con sus cálidas manos. Con mi única mano móvil agarro lo que parece ser tela y la empuño con la poca fuerza que tengo. Me siento tonto y débil al no poder ejercer la fuerza que me gustaría. Al final, me relajo e intento dejar mi mente completamente en blanco.

-Me las pagarás-dice mi orgullo antes de que mi cuerpo se duerma de cansancio.

~~~~~~~~~

El caliente sol que se cuela por el ínfimo espacio que hay entre las cortinas de la cama, impacta sobre mi cara causando el cese de mi descanso. Abro lentamente mis legañosos ojos y siento como éstos me duelen a rabiar. ¿Cuánto tiempo llevaré con los ojos cerrados sin percibir claridad alguna? Decido dejar esa pregunta en el aire y me intento sentar sobre la cama en la que me hallo. Al principio, en cuanto he abierto los ojos, me ha parecido una superficie totalmente extraña, pero ahora que siento su grado de dureza, el olor de las sábanas y el color de éstas, puedo decir que es la mía. Es raro, no recuerdo nada sobre cómo llegué ayer aquí. Yo estaba... yo estaba en la sala común. Después... ¡Ah! La cabeza me late demasiado fuerte, siento que mi cerebro quiere salir del lugar donde se hospeda.

Abro las cortinas con el brazo que parece responder a mis órdenes con más rapidez y el fresco aire choca contra mi piel. Mi desnuda piel. Aunque me siento extraño por el hecho de no llevar nada más que unos calzoncillos, cierro los ojos y respiro el fresco aire con ansia. Acto seguido siento como una sensación de libertad se abre paso por el interior de mi pecho. Hoy es un nuevo día. Un perfecto y nuevo día para seguir viviendo en mi miseria. Bajo levemente la cabeza y apoyo la frente sobre una de mis palmas. Ahora es cuando las personas débiles se ponen a llorar, pero yo no. Yo no soy débil y por eso sonrío con una de mis mejores sonrisa mientras todo mi interior se derrumba. La garganta se me anuda fuertemente haciéndome sentir inservible. Tengo que terminar con esta ansiedad. Tengo que cumplir la misión que me ha encomendado el Señor Tenebroso ya, si no quiero convertirme en polvo de estrellas. Tengo que acabar con Albus Dumbeldore. Él es el que impide soltar este lastre cada vez más pesado que llevo a mis hombros.

Antes de tener intención de levantarme, me desperezo. Todos los huesos de mi espalda, hombros y cuello crujen al unísono y el placer de escucharlos me embarga por un instante. Digo por un instante porque es en ese momento -cuando subo la cabeza pasivamente por mis movimientos- cuando me doy cuenta de que tengo una mirada clavada sobre mi ser. El corazón se me encoge en menos de un puño y mi respiración se corta momentáneamente. No me había dado cuenta, ¿cómo he podido ser tan tonto de mostrarme así ante alguien? ¿Cómo he sido tan insensato de no cerciorarme de que no había nadie en la habitación? Mi sonrisa... seguro que ha visto mi sonrisa. ¡Mierda! ¿Qué hago?

-Veo que ya estas mejor, Draco- dijo aquella persona. Su voz, su voz me quiere sonar. La cabeza me late con aun más fuerza que antes, pero retazos de recuerdos se abren paso por ella. Ella es la que me ayudó ayer, estoy seguro.

-Lárgate-gimo ante la impotencia. Sus ojos me están taladrando, me están empezando a dañar -psicológicamente hablando-. "Tranquilo, solo es una mirada" me digo.-¡Fuera de aquí!-levanto la voz. Pero ni con eso no se va. No aparta la mirada ni un segundo de mi y... me agobia.

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