viernes, 27 de marzo de 2015

Nueva historia : Prólogo - ¿Me reconoces? |Siempre cojo las cosas por donde queman|

Historia




Autor/a: @SrMichaelis
Sinopsis: 
Fanfic de Draco Malfoy como protagonista.
Tú, que tanto dices conocerme, ¿de verdad eres capaz de reconocerme ahora? ¿Incluso después de ser como tu esperabas?
Me lo imaginaba.
Capítulo: 1.
Géneros: angustia, dolor, fanfiction, hetero.
Personaje: Draco Malfoy.


Prólogo

¿Me reconoces?


¿Qué decir de mi?
¿Qué soy uno de los estudiantes más temidos de toda mi escuela? ¿Qué tengo más enemigos que amigos? Aunque bueno, no se si puedo llamar a nadie amigo. Estoy solo, completamente solo. Así lo siento. Pero ya estoy más que acostumbrado a ello. La soledad está conmigo desde que era nada más que un enano. Es parte de mi, como mis brazos, mis piernas o mi varita. Es algo que me identifica como persona. Pero... ¡esperad un momento! Me estoy yendo del tema. Sigamos con las preguntas retoricas.
¿Qué soy uno de los mejores estudiantes que Hogwarts alberga? Vale, puede que tenga un ego por las nubes, pero es totalmente cierto. A veces soy implacable y perfecto. Por esto y por mi delicado humor, me temen muchos. En los ámbitos que más destaco son pociones, oclumancia y magia no verbal. Todo me ha costado un trabajo y estoy orgulloso de ello. ¡Ah! Se me olvidaba. No creo que haya persona con el suficiente coraje en la escuela como para querer hacer un duelo conmigo, la verdad.
¿Qué soy la viva imágen de mi padre, Lucius Malfoy? Lo sé y eso me hierve la sangre. Odio que me comparen con otra persona que no sea yo mismo. En realidad no se porque dicen que me parezco tanto a él cuando el aprecio hacia mi madre es mucho más fuerte que el que tengo hacia mi padre. Aunque puede ser por el gran respeto que siento hacia él. Le veo como un mago respetable, perfecto en cada hechizo que hace. Además... ¿qué hijo no quiere parecerse a la figura paterna de su mismo sexo cuando se es menor?
¿Qué odio a toda persona que no tenga los mismos ideales que yo? Si, odio a miles de personas. Algunas destacan un poco más que otras -tengo tantos nombres en mi lista negra que ya me da flaqueza solo de pensarlo- pero hay un gran número. Digamos que soy algo selecto en el ámbito social, una de las cosas por las cuales tantos me odian. Pero es que no aguanto lo más mínimo a los sangre sucia ni a los que les apoyan diciendo que son igual de magos que nosotros, los de sangre pura. Me enerva muchísimo el saber que hay personas que piensan así, tan tontas en sus fantasías. Pero lo único que puedo hacer contra ellos es recordarles lo asquerosos que son, la repugnancia que me producen cada vez que les veo. Mis padres ya me enseñaron esto desde muy pequeño y me juntaron solo con chicos que merecían estar al lado mía. Un par de ellos fueron Theodore Nott y Vicent Crabbe. ¡Pero bueno!, me sigo desviando del tema. Aun siendo tan perfeccionista y ordenado no puedo parar mis pensamientos y emociones a mi gusto.
¿Qué soy nefasto para las relaciones románticas? Se podría decir que aun no he tenido ninguna a mis 16 años de edad. Muchos dirían que esto es imposible, pero es la pura y maldita realidad. Pansy Parkinson no cuenta. Cada vez que estoy a su lado me entran ganas de vomitar y su estridente voz hace... hace que quiera ahorcarla. Se que muchísimas chicas de las diferentes casas se mueren por mi, por cada célula viviente de mi cuerpo, pero o son sangre sucias o nada llamativas. ¿Por qué no hay ninguna chica decente en esta maldita escuela? ¿Cuántas puede haber? A ver, si somos casi 1000 estudiantes y el 50% de la población es femenina pues... 500 chicas entre las que escoger. 500 malditas chicas. Tantas personas del género femenino pero tan pocas mujeres en Hogwarts, por no decir ninguna. Además, no creo que se me haya escapado ninguna, eso es imposible. Ya me he cerciorado de eso. ¿Chicos? No me siento atraído por ellos. Además, ¿qué clase de mago respetable sería yo si me desvío de la perfección? ¡Por Salazar! Es que la idea de ser homosexual no cabe ni en mi cabeza ni en la de nadie con razón de ser. Perdonad que me desvíe del tema, pero no lo soporto.
¿Qué soy más frío que el puro nitrógeno líquido? Es verdad, esto lo puedo corroborar. Soy culpable de ello y me gusta serlo. No me siento para nada cómodo mostrando mis sentimientos. Por no decir que nunca lo he hecho con nadie que no fuera mi madre. Me siento... como decirlo... débil solo de pensarlo y la flaqueza no va conmigo.
¿Qué soy un mortífago? Pudiera ser, aunque eso solo lo sabe un grupo muy selecto de conocidos de mi familia y míos. ¿Mis padres? Evidentemente mi padre lo és. Pero mi madre, en cambio, no esta de acuerdo en ello. En realidad, yo fui obligado a ser mortífago por Voldemort. Si no lo hacía mi familia saldría muy malparada. Todo el mundo sabe que él no tiene problemas en matar a un discípulos suyo si el lo desea. Además, me tentaba diciendo que sería más que un simple mortífago. ¿Qué puedo decir? Mi padre ya había sido enviado a Azkaban y yo tenía que ocupar su lugar. Además, no podía ver a mis padres sufriendo, la verdad. Es lo más querido que tengo ahora mismo y siempre lo será. Ahora estoy agobiado por culpa de serlo. No paran de ordenarme misiones que no me siento capaz de realizar y las cuales hacen cambiar lentamente mi manera de ver el mundo.
Bueno, ya sabéis un poco más de mi. Aunque en comparación con lo que saben los demás, es muchísimo. Es como comparar un grano de arena con toda una playa. Pero este es nuestro secreto. Juradme que no lo contaréis a nadie, por favor.
Ahora mismo me hallo la sala común de Slytherin mientras me como una común rana de chocolate. Normalmente no me permito comer estas cosas pero un capricho es un capricho y no me lo voy a negar en mis condiciones. Veo pasar a algunos de mis compañeros de un lado a otro. Algunos posan la mirada sobre mi cuerpo relajado en uno de los sofás. Realmente no lo se si lo hacen por curiosidad o simplemente por verme. Verme como cuando no puedes evitar que tu mirada se desvíe hacia algo agraciado de ver o poco común. Otros tantos son capaces de mirarme a los ojos, aunque puedo sentir el miedo que recorre todo su cuerpo mientras me aguantan la mirada, haciéndose los valientes. Puedo poner las manos sobre el fuego y decir que incluso los más allegados a mi persona me temen aun más que los que no me conocen. Saben algulas oscuridades que rondaron por mi mente cuando era algo más pequeño.
Estoy así de relajado porque hoy no hay clases, afortunadamente.
¿Qué por qué digo afortunadamente? Porque últimamente no ando muy bien. Apenas puedo dormir y si lo hago, pesadillas imparables inundan mis sueños, todos sin excepción. Algunos días intento no dormir pero aun así sueño despierto y no puedo pararlo. Me golpea todas las noches, haciéndome levantar empapado en sudor y medio gritando. Pero nadie se da cuenta, nadie sabe que hay un conjuro silenciador alrededor de mi cama. No puedo dejar que se enteren, no puedo mostrar debilidad ante nadie. Como ya os he dicho, estoy solo. Más solo que un lobo que ha sido repudiado por su manada. Mi capacidad de concentración y de reacción se están viendo mermados por esto. Yo sabía que ser mortífago iba a ser difícil, pero me está superando a momentos. Hay veces que ya no soy tan implacable como solía ser. Me equivoco en tonterías que ni un estudiante de primero cometería. Me cuesta incluso enfocar la mirada.
Ahora ya no me mueve tanto el poder, lo he dejado un poco a parte -aunque podría salir de un momento a otro ese ansia-. Pero la violencia... eso sigue siendo mi razón de ser, de existir. Cada vez ansío más causar dolor en los demás. Hay veces que no consigo controlarme y voy un poco más allá. Pero incluso con esto, las misiones que me manda el señor oscuro son impensables en mi cabeza. No tienen ni punto de compraración con lo que yo hago. ¿Matar? No puedo, ni por un millón de Galeones de oro. ¡NO PUEDO! Bueno, he de admitir que al principio pensé que si. Que podría acumular todo el odio que siento con esos malditos sangre sucia, pero no es suficiente. La misericordia se apoderaba de mi cada vez que lo intentaba, aunque algunos fallos, debidos a mi insomnio, hicieron que algunas misiones fueran parcialmente completadas. Ahora me atormentan como moscas que en vez de molestar, dañan con cada zumbido. Las noto en un lugar cercano al corazón. Cada vez que se relaja es irritado por ellas, haciendo que vuelva a latir aceleradamente. Duele, duele mucho sentir lo que siento. Incluso ahora mismo lo estoy notando. Algunos piensan que no soy bueno aguantando el dolor, pero creo que no saben todo lo que que llevo encima de mis hombros.
Una punzada de dolor en el brazo izquierdo hace que deje mi mente en blanco y me incline hacia adelante. Mierda, ya no me acordaba de la herida. Hablar de cosas tan profundas causa que mi cuerpo se tense a límintes inimaginables y se me habrá abierto la herida, otra vez. Pero era de esperar, no es mi punto fuerte la curación y más cuando no tengo a nadie quien me pueda guiar. Tener la marca del señor tenebroso en el brazo te limita mucho tus acciones y te hace danzar hacia la locura.
¿Por qué digo esto? Porque ayer... ayer realmente se me fue la cabeza. No era consciente de mis actos. No era yo. Me estaban presionando demasiadas cosas la cabeza. Pensaba que me iba a estallar en mil pedazos, aunque no lo hizo. Deseé morir, lo hice de verdad. Pero desgraciadamente eso no ocurrió. Solo pude llevar mi cuerpo hacia uno de los cuarto de baños de la escuela, no se cual en realidad. En aquel momento eso me daba igual. Era tarde, muy tarde, y la mayoría de alumnos estaban felizmente durmiendo en sus camas. "¿¡Por qué todo el mundo puede ser feliz menos yo!?" grité en mi mente, aunque me hubiera gustado hacerlo a los cuatro vientos. Las personas que mas amo estaban siendo dañadas y yo me permitía dudar en mis misiones. ¡Y SI ESO OCURRÍA ELLOS SUFRIRÍAN AUN MÁS! No lo aguantaba. Tanta responsabilidad... nadie me había preparado para tanta responsabilidad. Sentía como mi mente iba de un pensamiento oscuro a otro más tenebroso aun. El dolor, el dolor era la única solución que se me venía a la cabeza. El dolor era la posible solución en aquel momento de locura. Sentía como la marca tenebrosa quemaba, aunque sabía perfectamente que eran solo imaginaciones mías.
Unas voces que no reconocía empezaron a hablar en mi mente. A decirme cosas despreciables, a decirme cosas que realmente estaban hechas para mi en ese momento. Mentalmente me estaba ahogando. Me choqué contra uno de los lavamanos que había, creo que le cojí manía en el momento del choque, y lo pulvericé casi. Caí rápidamente al suelo con las manos agarrándome la cabeza. Sentí la tentación de arrancarme el pelo y lo intenté, pero las fuerzas se me fueron cuando logré pensar con claridad. Eso lo hubiera notado todo el mundo. La maldita marca pasó de arder a estado de plasma. Sentía cada movimiento que hacía. Si, me estaba obsesionando.
En uno de mis intentos por moverme a rastras, o más bien, reptando como la serpiente que soy, conseguí meterme dentro de uno de los lavabos y cerré la puerta a duras penas. Mi cuerpo se estaba consumiendo por minutos, la agonía parecía ser ya parte de mi, cada célula de mi cuerpo estaba llena de ella. Y me seguía ahogando, pero podía respirar. Alcé la vista una décima de segundo y pude ver como el techo parecía se me venía encima a una velocidad alarmante. Digo parecía porque sinceramente, estaba alucinando ya.
En un acto de rebeldía contra mi ser, destripé el brazo de mi camisa y lo tiré hacia atrás. Creo que cayó dentro del wáter porque noté el sonido del agua moverse. Ahí estaba esa maldita marca, en mi maldito antebrazo. Ahí estaba mi perdición como ser humano. Ahí no debería haber más que mi tersa y blanquecina piel manchada de un azul venoso. Me odié más de lo que lo había hecho en mi vida. Ese era mi nuevo yo y no podía remediarlo...pero la muerte...¡LA MUERTE ME PODÍA SALVAR!, pensé. Saqué la varita del bolsillo temblorosamente mientras un sinfín de hechizos y preguntas se me veían a la mente.
¿Y si utilizo la maldición cruciatus conmigo mismo?
¿Un avada kadavra podría solucionar todos mis problemas?
Espera...Sectumsempra.
Recordé que Potter lo utilizó contra mi hace no mucho -o en mi cabeza no parecía mucho tiempo- y podría funcionar. Quería quitarme aquella maldita marca del brazo. La odiaba, la detestaba enteramente. Repudiaba aquella parte de mi piel que estaba ensuciada por ella. En aquel momento todo empezaba a hilarse en mi mente. La solución ya había sido encontrada, solo faltaba ponerla en marcha. Contra mí. En ese momento sonaba tan lógico y tentador. Sabía perfectamente que podía morir con aquel conjuro pero... me atraía tanto la idea de morir en aquel momento más que nunca y eso que ya tenía el deseo de hacerlo cuando entré en los baños. Sentía como quería salir de mi cabeza para hacerse realidad. Sentía como cada una de las partes de mi cuerpo querían dejar de vivir y yo con ellas. Me relamí los labios saboreando por fin el inminente cese de la enorme locura que se estaba apoderando cada vez más rápido de todo mi ser. Empuñe la varita, la orienté hacia la marca y susurré el maleficio.
Me hubiera gustado decir que todo pasó muy rápido, pero no fue así. Un destello muy brillante se hizo paso en la tenue luz que iluminaba la sala, después de haber dicho las palabras del conjuro. Moví mi mano con un rápido gesto para saber si había funcionado. Vaya si había funcionado. Puedo decir que fue uno de los mejores conjuros que jamás he hecho. Mi piel se fue abriendo a medida que pasaba la varita por la zona. Era extraño porque no sentía dolor. No había dolor en mi cuerpo. Solo sentía como la sangre brotaba a borbotones por la hendidura que me estaba provocando. Mi brazo se estaba manchando de aquel líquido y poco a poco fue formando un charco en el suelo. Moví de nuevo la muñeca y sentí de nuevo mi piel abriéndose como si nada. Como si fuera fácil cortar un trozo de carne. Pero en ese momento todo el dolor llegó de sopetón. Me dejó sin habla, sin respiración y estúpido. ¿Por qué en ese momento dejó de hacerme tanta gracia la idea de morir? Quien sabe, pero ahí fue cuando mis sentimientos cambiaron y decidí que quería parar con ello. Pero no podía pensar con claridad. Mi mente se estaba llenando de nuevo con toda mi miseria y empezaba a palpitar fuertemente. Creo que logré descifrar entre todas las cosas que la llenaban la palabra desequilibrado mental. Si, me venía como anillo al dedo en ese justo instante.
¿A vosotros nunca os ha pasado que algo tan lógico y con tantas posibilidades de poder solucionar tus problemas se convertía en un arma de doble filo contra vosotros? Pues bueno, lo mío era literal. No sabía el contrahechizo. Ese momento fue un "muy buena Draco, por fin has encontrado algo que no sabes hacer y en un gran momento". Grité, o más bien, gemí de dolor. Me golpeaba fuertemente el pecho como si fuera una maza. Mis fuerzas poco a poco fueron dejando mi cuerpo, escapándose por el poro más cercano. En ese momento pensé que era mi fin. Ese fin que había ansiado con locura y que luego había rechazado hipócritamente. Pero justo en el último momento, cuando pensaba que no podía seguir manteniendo mis ojos abiertos y mi consciencia alerta por más tiempo, una voz celestial empezó a cantar algo. O eso supuse porque los sonidos no eran bien asimilados en mi mente. No sabía que era ni quien estaba produciendo aquel sonido, pero en ese momento pude desprenderme de la varita e intenté taponar la herida con mi mano acto seguido. Salía demasiada sangre. Aun me acuerdo de su color, de su textura y de su terrible olor a hierro.
Fue una sensación muy extraña el hecho de poder sentir como mi piel estaba tan dañada. Podía notar los trozos de carne en la palma de mi mano. Pero aun taponando la herida, no paraba de sangrar. Busqué en cada hueco de mi mente algo que me pudiera ayudar, algo que hiciera salvar mi vida. La bombilla no tardó en encenderse. Me quite de un tirón la camisa blanca que llevaba y me la até al brazo con mucha fuerza, haciendo un torniquete. Al menos así solo podía perder una extremidad de mi cuerpo y no la vida. Ya era un gran paso, oye. Intenté ponerme de pie. La primera vez caí al suelo porque me resbalé con el gran charco de sangre que había bajo de mí, me resbale con mi propia sangre, quien lo diría. La segunda vez las piernas me flaquearon a mitad de camino y mi cabeza perdió la razón un segundo, aunque me pareció toda una eternidad. Menos mal que la tercera vez es la que siempre vale, porque si conseguí levantarme, gracias a merlín. Estaba empapado en líquido rojo y la temperatura de mi cuerpo bajaba rápidamente. Sentía frío en todo mi ser menos en mi llameante brazo. Logré salir del cuarto de baño y llegar a mi solitaria habitación sin incidentes, aunque sigo sin saber muy bien como.
Y lo demás... bueno, creo que ya no importa. Sabéis que sigo vivo y que he aprendido de mis impulsos, de mi locura. ¿Esto significará un cambio para mi? Quien sabe, aunque ya estará la profunda herida de mi brazo para recordármelo todos los días de mi vida, hasta que me muera.
Lo importante es que ahora estoy aquí, sentado en la sala común de Slytherin, comiendo una ridícula rana de chocolate mientras hago parecer que no me pasa nada. Que soy una persona completamente normal. Que ayer no se me fue completamente la cabeza y que casi perezco en mi alocada idea de salvar mi alma. Ojalá no hubiera cavado mi propia tumba.
Ojalá no estuviera tan solo.
Ojalá no me convenciera a mi mismo de que lo que hago está bien, que es correcto, con las mentiras que siempre me han contado desde pequeño.
Ojalá me hubiera dado cuenta antes de que todo esto hubiera pasado.
Ojalá no todos mis ojalás se quedaran en el olvido.
Ojalá que uno de mis ojalás se hiciera realidad.

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