lunes, 30 de marzo de 2015

Capítulo 3 - Entramado de mentiras |Buscándote en otro mundo|

Historia



Autor/a: @SrMichaelis
Sinopsis:
Bienvenidos a mi historia.
Vivo en una de las dieciséis ciudades bajo el agua, Luna. Después de la tercera guerra mundial, la Tierra se inundó de radiación y todos los terrenos habitables de la superficie dejaron de serlo. Debido a aquellos efectos de la guerra, tuvimos que hacer un éxodo mundial. Hubo dos grandes planes para ello: tres enormes naves espaciales y vivir en inmensas ciudades bajo el agua. Desgraciadamente el primer plan no salió como se esperaba y miles de millones de personas, que eligieron aquella vía de éxodo, murieron.
Ahora nosotros estamos aquí, bajo metros y metros de agua rehaciendo nuestras vidas y acostumbrándonos a nuestra nueva condición.

¿Quieres saber más? Solo tienes que leerme.
Capítulo: 3.
Géneros: yaoi, fantasía, ciencia ficción, homo, romance, drama.
Personaje: Sebastian y Sarah.
Link: http://www.wattpad.com/110292564-busc%C3%A1ndote-en-otro-mundo-homo-cap%C3%ADtulo-3-entramado.

Capítulo 3

Entramado de mentiras

-Eres tú- vuelve a decir el extraño. La gran sonrisa que se ha dibujado en su cara me da miedo. Me da miedo porque me resulta familiar. Su sonrisa, aunque parece algo forzada, es hermosa. ¿Él también me habrá visto en sueños? No puede ser, eso es una completa idiotez y algo ilógico. El pobre aun sigue echando un poco de agua por la boca. Realmente si hubiera tardado un segundo más, solo uno, sus pulmones se habrían llenado de agua completamente y hubiera muerto. Doy gracias al creador por haber hecho que eso no ocurriera. El suelo está lleno de sangre muy rojiza. A cada contracción que hace el chico con su cuerpo el charco se hace más y más grande, rodéando su cuerpo tendido. Tiene cortes bastante profundo en la pierna y en el pecho que no paran de sangrar. Debo hacer algo para detenerlo. Pero mi cuerpo no responde, estoy viendo demasiada sangre. Más de la que nunca hubiera imaginado que había en el cuerpo aun sabiendo los litros que tenemos en él.

-Si, supongo que soy yo-respondo encogiéndome de hombros y devolviéndole la sonrisa. A decir verdad, es muy pegadiza. Pero no se como reaccionar ante esta situación, todo es tan extraño y sin sentido que parece que estoy soñando de nuevo, seguro. Muerdo uno de mis labios para saber si estoy o no en uno pero el hiriente dolor me indica que o el sueño es demasiado vivido o que estoy despierto.-Tengo que llevarte al hospital, tus heridas no paran de sangrar y yo...no puedo hacer mucho-digo y acto seguido tapono la herida de su pierna con ambas manos para que no pierda tanta sangre, pero no tengo más manos para las demás. Angustiado suelto una de mis manos de la pierna y presiono una herida del costado. Ver tanta sangre y no poder hacer nada me está matando. Me siento un inútil.

-¿Estás loco? Si alguien me ve o se entera de que estoy aquí me mataran-declara con voz miedosa. Después de decir aquellas palabras tose un par de veces, lo que le hace volver a sangrar más. Eso me toma desprevenido y mi corazón pega un brinco. ¿Por qué le iban a matar? Mi gente no es mala y siempre ayudan a todos, ¿por qué a él no? Mis ojos van de un lado a otro buscando todas las heridas visibles y contándolas. Al final pierdo la cuenta.-Ayúdame tu, por favor-dice suplicante con ojos cristalinos.

¿Debo ayudarle? A lo mejor si lo hago me meto en un buen lío. Pero evidentemente no le puedo dejar aquí, solo e indefenso. Yo no soy así. ¡Qué cojones!, me necesita y es lo único importante ahora. Al final hago un movimiento afirmativo con la cabeza y le ayudo a levantarse del suelo. Está débil y su ropa empapada en líquido rojo. Me llevo uno de sus brazos por encima de mi cuello y le ayudo a andar. Todas sus heridas sangran sin piedad y vamos dejando un rastro de sangre significativo. Le llevo hasta las taquillas, donde afortunadamente no hay nadie, y le siento en uno de los bancos para coger algunas vendas del botiquín de la sala. Salgo corriendo hacia él, cojo todo lo que veo necesario y vendo sus heridas como puedo, para evitar el rastro de sangre. Dejo un minuto para que reponga algo de fuerzas y nos volvemos a poner en camino. Es importante que nadie pueda seguirnos si es verdad que le pueden matar, ¡NO PUEDO DEJAR QUE ESO PASE! Aunque a estas horas de la noche no hay mucha gente andando por las calles. Pero siempre hay posibilidad.

A medida que vamos a avanzando siento cada vez más peso sobre mi. Está perdiendo demasiada sangre y apenas puede levantar ya la cabeza. Es de noche y solo nos ilumina la tenue luz de nuestro "sol". Me paro a pocos pasos de mi casa en seco. ¿Cómo voy a meterle dentro sin que mi madre se entere? Porque estoy seguro que si le cuento algo de lo que ha pasado no me va a dejar ayudarle y no me lo puedo permitir. No puedo dejarle, él me necesita. Lo que hago al final es que le dejo al lado de la entrada, entre los matorrales del jardín, y entro en casa para localizar a mi madre.

-Espérame aquí, no voy a tardar. Te lo juro-digo antes de cerrar la puerta en voz baja, asomado por el pequeño hueco que he dejado abierto. No escucho respuesta pero doy por supuesto que lo ha escuchado.

Cierro la puerta tras de mi y me doy toda la prisa para buscar a mi madre. Siento como cada segundo pega en mi piel como un bate a una pelota de béisbol. Siento la necesidad de ayudarle con toda mi alma. Una persona me necesita y yo siento la necesidad de curarle. Después de entrar en un par de salas, encuentro a mi madre tumbada en el sofá del salón leyendo uno de sus miles de libros. Aun no se ha dado cuenta de mi presencia por lo que ahora podría ser un buen momento para entrar al chico rescatado. Sin hacer ruido voy hacia la puerta y la abro silenciosamente. Luego voy hacia donde le he dejado pero éste ya no está. Miro a mi alrededor alterado buscando por todo el jardín, pero no le encuentro. Mis ojos ya no saben por donde mirar y la angustia se abre paso por mi interior, acelera mi respiración y ejerce presión sobre mi garganta. ¡No puede haber ido muy lejos con lo mal que está! Maldita sea.

-¿Buscabas algo?-pregunta alguien detrás mía mientras tapa mi boca con una de sus manos. Siento como lentamente pega su cuerpo contra el mío y acerca su boca a mi oreja. Su aliento impacta contra mi pelo y cara. Su pecho está totalmente pegado a mi espalda. Puedo sentir como sus costillas impactan contra mi carnosa piel. Se le nota nervioso y por el temblor de su cuerpo, tiene una mezcla de frío y miedo.-Espero que no me hayas traicionado-dice y en cuanto termina siento algo punzante en mi cuello. Mis ojos quieren ver qué es, pero no consiguen ver nada por culpa de la mano del contrario. Quiero negar con la cabeza pero tampoco quiero arriesgarme a que me la rasgue con lo que sea que me está apuntando.-¿Has avisado a alguien? Te voy a dejado hablar, pero si gritas... Voy a clavarte el cuchillo-me amenaza. De mi garganta emana un pequeño grito que intento ahogar, pero se hace notar. Eso hace que el contrario me clave un poco más el arma, haciéndome un punto de sangre, pero lentamente me suelta la boca.

-No he avisado a n...nadie-digo con voz temblorosa. Es la primera vez que me apuntan con algo punzante, digo punzante porque desgraciadamente hace poco ya he sentido algo similar cuando me apuntaron con armas de fuego.-Por favor, no hagas ninguna tontería. Necesitas ayuda urgentemente-digo y siento como el arma es alejada de mi cuello. Me llevo una mano a la zona amenazada y la toco para comprobar que no hay ninguna herida notable, aunque mi dedo índice se mancha de sangre.

En cuanto veo que no tengo nada más, me doy la vuelta y veo al chico con una pequeña navaja en la mano. La está cogiendo con tanta fuerza que tiene los puños blancos. Bueno, más blancos de lo que ya está. En un acto de valentía y confianza llevo una de mis manos hacia su arma, la agarro y espero a que la suelte. A los pocos segundos su cara cambia de enfado a otra completamente diferente, de enfermo. Está peor de lo que esperaba y encima se ha esforzado en parecer normal. Sus piernas tiemblan y casi se cae al suelo, si no fuera porque le he cogido por el torso. Tiro la navaja entre las plantas y entramos en casa. Directamente lo llevo hacia las escaleras a mi habitación. Por suerte, mi madre sigue metida completamente en su libro y aun no se ha dado cuenta de que estamos en casa. Cada escalón que subimos es todo un mundo. A medida que pasa el tiempo su cuerpo me pesa más y mis brazos se encuentran más débiles. Cuando quedan tres escalones mis brazos fallan y el chico cae sobre las escaleras de bruces. Éste intenta avanzar aun estando en el suelo, pero apenas puede hacer fuerza con ninguna de sus articulaciones. En cuanto a mi, voy a coger de nuevo su cuerpo por el torso, pero oigo como mi madre me llama. ¡MIERDA! El corazón casi se me sale por la garganta.

-¡Si mamá! Ya he llegado, ahora voy que tengo que dejar las cosas en mi habitación-grito y saco todas mis fuerzas para volver a levantarle y llevarle a mi habitación. Aunque juré hace pocos días que no iba a volver a hacer más esfuerzos, al parecer no aprendo. Estamos los dos tirados sobre el suelo. Hemos llegado. Intento respirar pero la angustia aun sigue acechando.-Espérame aquí. Pero esta vez hazme caso, por favor.

Esta vez si espero a que me responda, afirmativamente, y me dirijo hacia el salón. Me duele todo el cuerpo y la cabeza me va a estallar. Espero unos segundos a normalizarme algo e intento sonreír como siempre hago al llegar a casa. Debo actuar como de costumbre para no levantar sospechas. Mi madre me sonríe de vuelta y me empieza a contar cosas de su día. Yo me quedo escuchando hasta el final, aunque mis oídos no escuchando lo que dice. Cuando cambia de tema y me pregunta qué es lo que voy a cenar, le pido que me deje hacerme la cena y que voy a cenar hoy en mi habitación. Ella, aunque no extrañada, me dice que no pasa nada y me deja tranquilo. Seguramente tiene que estar en una parte interesante del libro como para dejarme de aquella manera, pero no le doy importancia. Voy hacia la cocina y cojo un par de platos de sobras y los caliento. Luego cojo agua y me lo llevo todo a la habitación.

Milagrosamente consigo subir las escaleras aun yendo muy cargado. En cuanto entro me encuentro a mi invitado sentado en mi silla curioseando por toda la habitación, yendo de un lado a otro con ella. Se le nota un rastro de diversión a medida que va encontrando cosas cotidianas para mi y que parece que para él no lo son tanto. Toca mis libros, las cortinas, las escaleras de metal que llevan al piso de arriba... Carraspeo mi garganta y le hago una seña para que se acerque a comer conmigo en mi escritorio. Sin mediar palabra, acepta el tenedor que le tiendo y empieza a comer como un poseso. Me da la impresión que no ha comido en días. Termina un plato en menos de lo que canta un gallo y me pide permiso para comerse el otro.

-Puedes comértelo, yo no tengo hambre-digo y es la verdad. Todo lo que acaba de pasar se ha llevado mi hambre completamente. Me quedo mirando expectante al chico mientras come. Es gracioso el saber que un completo desconocido está comiendo en mi habitación. No se ni su nombre y me gustaría saberlo.-Perdona pero... ¿Cómo te llamas?-digo en cuanto termina de comerse el segundo plato. Éste se queda mirándome como si no lo recordara, pero a los segundos su expresión cambia. Esta muy distante, ¿que estará pensando?

-Me llamo Nadir-dice mientras se levanta y va hacia mi gran ventanal. Yo le sigo detrás suya y miro su reflejo en el cristal. Le veo triste con la mirada perdida en el horizonte de casas que hay alrededor de la mía. Es como si no le sonara nada de lo que ve. ¿Es que nunca ha visto casas o una simple ciudad?

-Encantado Nadir, yo me llamo Sebastian-digo amablemente. Nos quedamos así un rato hasta que recuerdo las heridas del contrario, que parece que ya no sangran. Voy hacia mi armario y cojo mi botiquín de primeros auxilios que me mandaron al entrar en la universidad de medicina. Fue todo un detalle y ahora lo voy a agradecer muchísimo. Me siento en el suelo y le llamo-Ven aquí que te voy a curar- Nadir duda por un instante pero al final se acaba sentando despreocupadamente al lado mía, con ambos brazos apoyados hacia atrás.

-Espero que sepas lo que vas a hacer-me dice en cuanto ve que saco una jeringa del botiquín. Yo río tontamente ante el comentario y asiento. Él suspira y rueda los ojos. Intenta aparentar serenidad, pero la verdad es que puedo notar, extrañamente, todos los sentimientos que siente e invaden su cuerpo. ¿De dónde viene?

No tardo mucho en atender todas las heridas de Nadir. Algunas se han llevado un par de puntos porque eran bastantes profundas, pero al final consigo sanarle lo mejor que puedo. Más tarde recojo todo lo que he sacado del botiquín y lo dejo en el armario. Antes de cerrarlo veo uno de mis pijamas antiguos que podría venirle bien. Lo cojo y se lo lanzo para que se lo ponga.

-Creo que esto te podría servir. No creo que quieras dormir con esa ropa tan sucia y mojada-digo mientras cojo mi pijama que está detrás de la puerta, en el perchero que hay, y me quito la camisa para ponerme la del pijama.

-Pues es una buena idea-dice haciendo lo mismo que yo, aunque se esconde de mi vista levemente. Supongo que se avergonzará de enseñar su cuerpo a alguien extraño. Pero mi curiosidad por ver su piel desnuda me puede y muevo el torso para verlo de mientras me abrocho los botones de la camisa.
En ese momento es cuando me doy cuenta de que la curiosidad mata al gato. Su espalda está llena de heridas ya cicatrizadas. Son enormes y se concentran sobre todo en la parte más alta de la espalda. Horrorizado miro rápidamente hacia otro lado y me vuelvo a poner en el sitio que estaba antes. "No debí mirar" me regaño. Pero siempre he sido muy curioso y nunca he podido evitar saciar esa curiosidad que me correo en algunos momentos del día. Como cuando cayó su nave hace ya horas. Además, si no hubiera ido seguramente hubiera muerto, por lo que no es tan mala la curiosidad al fin y al cabo. Una vez que tenemos los dos los pijamas puestos le indico que suba por las escaleras hasta el segundo piso de mi habitación, donde está mi cama. El asiente y subimos ambos en silencio. Se que estoy haciendo una locura. Solo hay una cama y vamos a dormir los dos juntos. Voy a dormir con alguien que no conozco ni de un día. Si, lo sé, a muchos les daría miedo, pero yo siento una especie de conexión extraña con Nadir que hace que me sienta cómodo. ¿Quién es realmente? ¿Qué está haciendo conmigo?

Éste, al ver la cama, se tira de plancha a ella y empieza a saltar felizmente con una gran sonrisa. Yo, contagiado con esa repentina felicidad, salto también encima de la cama y le sigo el ritmo. Es extraño, pero algo nuevo me está invadiendo mi cuerpo, mi mente, mi espíritu. Es como si yo a esta persona ya la conociera. Es como si Nadir no hubiera sido un extraño desde el principio. Es como si..."No, deben ser tonterías mías" me corto a mi mismo. Saltamos un par de veces más hasta que, cansados, caemos de bruces en la cama. La risa de Nadir es tan dulce, aterciopelada y aniñada que hace que quiera escucharla cada segundo de mi vida. Es una especie de música celestial para mis oídos pero desgraciadamente ésta cesa.

-¿Por qué no me has preguntado nada?-empieza a decir Nadir pensativo mientras su risa se va apagando. Su pecho sube y baja cada vez más rápido.-Quiero decir, solo sabes mi nombre. No sabes ni de dónde vengo, ni que hacía en esa cápsula-sigue diciendo. Se sienta sobre las sábanas y se apoya con las dos manos en la almohada que está cerca suya-¿Es que no quieres saberlo? ¿No tienes curiosidad?
-Bueno, la verdad es que si pero prefiero que me lo cuentes tu cuando te sientas cómodo en hacerlo-me sincero. Aunque aquella información no había sido la primera que había venido a mi mente en cuanto le vi, si que he tenido ganas de saberlo a medida que iban pasando las horas. Pero se que hubiera sido muy agobiante por mi parte haberle hecho todas aquellas preguntas para llegar a esa información.-¿Te importaría contarme todo ello ahora, Nadir?-pregunto. Su cara hace una mueca y suspira.
-Soy Nadir Souris y vengo de arriba-dice señalando al techo de mi habitación aunque supongo que no se refiere a él, si no a la superficie terrestre. Yo, emocionado, suelto un leve chillido pero espero a que siga contando su historia-Por tu reacción puedo suponer que no sabes nada de nuestra existencia-dice y yo rápidamente niego con la cabeza-Somos bastantes personas viviendo allí arriba pero las ciudades submarinas son una contínua amenaza para nosotros. A todo esto se le suma el hecho de que apenas tenemos recursos para sobrevivir. Muchos intentamos llegar a algunas de estas ciudades para cambiar nuestra vida e intentar vivir mejor, pero de momento creo que he sido el primero en conseguirlo-dice con una sonrisa forzada en la cara. Me coge de una de mis manos y se la lleva a la mejilla-Y ha sido todo gracias a ti, tu me has salvado. Eres mi salvador.

Un cosquilleo empieza a danzar en mi barriga. Retiro la mano rápidamente asustado por la reacción de Nadir y me levanto de la cama. Demasiada información en tan poco tiempo. ¿Está mintiendo o dice la verdad? ¿Y por qué si se puede vivir encima de los continentes seguimos estando aquí abajo? Mi cabeza da vueltas asimilando toda la información y se me viene a la cabeza una pregunta que seguramente me acabará doliendo cuando sea respondida.

-¿Por qué dices que has sido el primero en llegar a una de las ciudades? ¿Por qué no os dejan entrar?-pregunto y me vuelvo a sentar en la cama, aunque ahora me quedo en el borde con los pies apoyados en el suelo. Agarro mi camisa con una de mis manos y la aprieto a la espera de la respuesta. Nadir me mira con algo de odio y dolor.

-Nos matan antes de llegar. Estamos muriendo por culpa de los tuyos. Cada día lo hacen más de 300 personas-escupe por la boca. Todas las palabras que ha hablado con su hermoso sonido impactan sobre mi pecho y me reprimen la respiración. Las manos me tiemblan exageradamente y no puedo evitar que las lágrimas se asomen por mis ojos. Es imposible, no pueden estar matando gente cuando apenas somos centenas en las ciudades.-Yo pensaba que erais todos iguales, pero veo que me equivocaba. Tú no eres como ellos, pequeño basurero-intenta bromear para animarme pero no puedo parar de llorar y temblar.

El solo pensamiento de saber que se están matando esa cantidad de personas al día está haciendo que mi cuerpo quiera vomitar. Nos han engañado con todo. Nos habían dicho que no quedaba nadie en la superficie terrestre y que no se podía habitar en ella, pero todo es mentira. Pero... UN MOMENTO.

-¿Hubo supervivientes en el accidente de las tres naves espaciales del primer plan para salvar a la humanidad?-pregunto medio gritando mientras me abalanzo sobre Nadir y me dispongo encima suya, agarrando su camisa con ambos puños. Él abre los ojos y me mira preocupado. Los labios se comprimen primero pero luego se aflojan para responder.

-Sebastian, nosotros somos los supervivientes.

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