martes, 10 de febrero de 2015

Capítulo 7 |Sweetie|

Historia



Autor/a: Kanade-nyan.
Sinopsis: 
Gabriel, un chico que desde los catorce años sabe que es gay, se enamorará de Daniel trayendo consigo un sinfín de situaciones, tanto cómicas, románticas o algunas un tanto dramáticas para explicarnos, en primera persona, la vida y las dificultades de esta peculiar pareja. ¿Conseguirán que sus padres acepten su relación? ¿Encontrarán un sitio para casarse? ¿Y si quieren tener hijos?
Capítulo: 6.
Géneros: yaoi, romance, drama.
Personaje: Gabriel, Daniel, Clara.


Capítulo 7


Desperté aturdido en mi habitación. La vista la tenía nublada y podía sentir el pulso del corazón en mi cabeza. Me palpé la frente y apreté los ojos con fuerza para que se difuminara el dolor, pero no desaparecía. Suspiré agotado y miré a mi alrededor. Todo parecía estar en orden. Solté un gruñido al notar un dolor en mi brazo, cuando me lo miré divisé un profundo corte. ¡Mira! Aún tengo la cicatriz. Sin darme yo cuenta unas personas estaban en la habitación.

—¡Gabri ya has despertado! Menos mal...—Era mi hermana.

—¿Cris? ¿Dónde están papá y mamá?

—Siguen en ese viaje de negocios.—Soltó desilusionada.

—Gabri tío no sabes el susto que nos has dado.—Evidentemente, era Clara. Me dio un cálido abrazo.

—Malditos subnormales de mierda, ojalá se mueran.—Estaba... ¿Llorando?

—Eh tranquíla... estoy bien.—Se separó de mi con una dolorosa sonrisa.

Y ya solo quedaba una persona.

—Gabriel...

Dani.

—Dani... tu me salvaste, ¿verdad?—Desvió la mirada al suelo. Fue... frío.

—Me alegro de que estés bien.

Entonces todo se quedó en silencio. Sentía el cuerpo débil, sin fuerzas. Daniel me había salvado, estaba claro. Entonces, ¿Por qué se comportaba así? No entendía nada. En sus rostros encontré miedo. Miedo de perderme. La verdad es que eso me tranquilizó. Había... había gente que me quería, y que realmente me apreciaba. No quería volverlos a preocupar de esta manera.

Sin poder evitarlo mi estómago empezó a rugir.
Tenía hambre.

Cris, como si ya lo supiera, salió de la habitación y se fue a la cocina. Unos minutos después interrumpió en la sala con una manzana.

—No he encontrado nada más.—Me la entregó.

—Está bien.—Le di un bocado. ¡Estaba riquísima! En poco tiempo la terminé.—Gracias.—Ella sonrió.

—Yo... tengo algo que hacer...—Informó Clara.—Cris, avísame si necesitas algo.—Mi hermana asintió con la cabeza. Me miró a mí.—Descansa.—Me entregó una de sus deslumbrantes sonrisas, que yo le respondí con otra un poco más apagada.

—Creo que debería ducharme.—Comenté.

Daniel, como si se tratara de una orden directa, se levantó de la silla y salió apresurado de la habitación, le siguió mi hermana. Entré en el baño de mi habitación y me quité la sudada ropa. Me miré al espejo: tenía una pinta terríble. Con un sencillo suspiro entré a la ducha y encendí el agua. Cuando me cayó en la espalda me vino una imagen a la mente. La imagen de yo cayendo al inmenso mar, la imagen de Dani gritando mi nombre, la imagen de su cara de terror... Un escalofrío recorrió mi espalda. Yo... no quería causarle problemas, yo... yo solo quería ser felíz con él. Sin poderlo evitar unas lágrimas resvalaron por mis mejillas, que se mezclaron con las gotas de la ducha.

—Lo siento...—Murmuré con la voz rota.

Sacudí mi cabeza para evadir aquellos pensamientos y me enjaboné lo más rápido que pude. En poco tiempo salí de la ducha con una toalla alrededor de mi cintura.

Todo en el mundo era nuevo para mi. Después de casi palmarla vivir era... como haber nacido de nuevo. Esta vez no... esta vez no gastaría mi vida en tonterías. Me autoprohibí más lágrimas. Me autoprohibí más disgustos. No. A partir de aquél momento viviría como yo quisiera. A partir de aquél momento solo escucharía a mi corazón.

Me vestí con ropa casual, tal vez un poco hipster, pero me gustaba. Salí de mi habitación con el pelo aún chorreando y me dirigí al comedor.

—¿Qué hora es?—Pregunté curioso.

—Las doce y media.—Contestó mi hermana.

—¡¿Tan tarde ya?!

—Tranquilízate, es domingo.

—Ya lo se, igualmente es muy tarde.—¿Tanto había dormido? No solía levantarme tarde.

Me senté en el sofá y, sin la oscuridad de mi habitación, esta vez pude ver un vendaje en la frente de Daniel.

—¿Dani?...

—¿Sí?—Me miró de reojo.

—¿Qué te ha pasado en la cabeza?—Volvió a dirigir su atención visual a la revista que estaba leyendo.

—Me di con una roca.—Noté un pinchazo en mi corazón. Haber sufrido daños físicos yo no me importaba, pero que los hubiera sufrido él... no se lo merecía.

—¿De verdad?...—Afirmó con la cabeza.

—No es nada, tranquílo.—Me lancé contra él.—¡¿Q-Qué haces?!

—Mirarte la herida.—Le levanté la venda y vi un golpe que aún conservaba el color rojizo de la sangre. No me hizo ni pizca de gracia.—Yo... lo siento.—Me apartó.

—En serio, no es nada.—Dijo molesto.

¿Que no era nada? ¿Entonces a qué venía ese mal humor? Estaba claro que lo había fastidiado. Le había hecho pasar un mal rato y, para colmo, había sufrido daños físicos. ¿La promesa? Era no llorar, ¿verdad? No sirvo para cumplir promesas.

Un seguido de sollozos salieron de mi garganta y unas amargas lágrimas surcaron mi rostro. Me sentía culpable y no podía hacer nada. Estar así de impotente me ponía nervioso. ¿Qué podía hacer? Nada.

—¿Gabri? ¿Ahora por qué lloras?—Cris se había ido, no le gustaban ese tipo de situaciones.

—Lo siento... lo siento... lo siento... realmente lo siento...

—Gabri para.

—Lo siento... lo siento...

—Gabri, en serio, para.

—Lo siento...

—¡Gabri!—Ese grito me asustó.—¡Que pares joder!, ¡No es tu culpa idiota!, ¿Por qué te disculpas?
Sentí como mis mejillas se mojaban de nuevo. Odiaba llorar, pero era inevitable.

—No es tu culpa, quiero que eso te quede muy claro.—Se acercó un poco más a mí.—¿La herida de la frente? En serio no es nada... no es nada comparado con lo que te podría haber pasado. Solo de pensarlo se me congela la sangre... Quiero que sepas que si me lancé fue porque quise, porque necesitaba rescatarte. Así que no tienes porqué sentirte culpable.

—Pero... hoy estabas frío...

—Eso es porque... no encuentro las palabras exactas para este momento, y prefiero mantenerme callado.

¿Esque este chico no ha oído hablar de los gestos o las acciones? No todo son palabras.
—Pues... un abrazo estaría bien...—Vi que se sorprendía pero, acto seguido y sin pensárselo mucho, se lanzó encima mío para darme un reconfortante abrazo.

—Maldita sea Gabri no me hagas pasar por lo mismo nunca más.—Él también se puso a llorar.

—De acuerdo.

—¿Me lo prometes?—Me miró a los ojos.

—Te lo prometo.—Volvió a abrazarme.

—Nunca, en toda mi vida, me voy a separar de tu lado. A partir de ahora seré tu guardaespaldas. Para que nadie nunca te haga daño. Eres demasiado preciado para mí como para dejarte ir.—Me emocioné.

—¿Dani?...—Se había quedado dormido como un cachorrito. Oh dios mío que adorable era. 

Fui a la cocina a coger otra manzana, la verdad es que estaban muy buenas. Volví al comedor y me senté al lado del dormido Daniel.

—Gabri...

—¿Hm?

—Gabri...—Seguía dormido. ¿Hablaba en sueños?—Gabri... te quiero...—Esbozó una infantil sonrisa.

Espera espera... ¿Qué? Noté como el corazón se me salía del pecho.

Iba a ser difícil contenerse, muy difícil.

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