Historia
Autor/a: @Eru_Numb.
Sinopsis:
Ranjit le escribe una carta a Satnam y al resto de personas que una vez le quisieron pero que al final le dieron de lado por su condición.
Ranjit le escribe una carta a Satnam y al resto de personas que una vez le quisieron pero que al final le dieron de lado por su condición.
Capítulo: 1.
Géneros: Homo, trágico, homofóbia.
Personaje: Ranjit y Satnam.
Link: http://www.wattpad.com/98191406-una-carta-para-satnam.
Notas:
Hola fujoshis y fudanshis os recomiendo esta pequeña historia de un chico llamado Rajit ya que es muy emotiva y está contada desde la verdad: la fuerte homofóbia presente aun en algunos países muy religiosos. Estoy muy segura que os gustará ^^
Notas:
Hola fujoshis y fudanshis os recomiendo esta pequeña historia de un chico llamado Rajit ya que es muy emotiva y está contada desde la verdad: la fuerte homofóbia presente aun en algunos países muy religiosos. Estoy muy segura que os gustará ^^
Una carta para Satnam
Mi único error fue
amar.
Amar
desenfrenadamente. Amar sin sentido, sin lógica y sin más. Amar
hasta que me dolió –el pecho, la cabeza, cada uno de mis huesos
rotos-. Amar sin pararme a pensar el porqué. Amar hasta que unas
personas opinaron que yo solo era un pedazo de mierda sin ningún
valor que no poseía ese derecho. Amar porque no había otra cosa que
pudiera hacer.
Él era maravilloso,
y lo sigue siendo. No me importa lo que haya pasado entre nosotros. Y
es horrible, odio seguir pensando así sobre él. Me traicionó, me
dejó solo cuando más lo necesitaba. Quiero odiarle, pero
simplemente no puedo. Tengo ganas de asesinarlo, pero a la vez, el
simple pensamiento de su desaparición me hace temblar de miedo.
Incluso ahora, con gran parte de mis huesos rotos, y cada uno de los
recovecos de mi cuerpo siendo recorrido por el dolor, ansío
recostarme entre sus brazos y apoyar mi cabeza contra su pecho,
escuchando el acompasado latido de su corazón.
Conocí a Satnam el
primer día de escuela. En Bihar, (uno de los 29 estados de la India)
no era obligatorio estudiar, y muchos chicos decidían por ellos
mismos no ir a la escuela y dedicarse a la agricultura o a la
ganadería. Mi padre pensaba diferente. Siempre fue muy recto y
decidido en sus convicciones. Sus hijos varones debíamos estudiar,
conseguir una profesión respetable, (médico era de sus favoritas)
casarse con una buena mujer y engendrar muchos hijos. Todo esto,
haciendo siempre honor a la familia, llevando una vida sobria y sin
giros inesperados. Educado escuchando esta ideología, pensé durante
muchos años que era la correcta, y que el camino que mi padre quería
para mí era inexpugnable y acertado.
Fue mi progenitor el
que me llevó el primer día a el que sería mi centro de educación
hasta que cumpliera la mayoría de edad. Era un camino largo, casi
media hora de recorrido a pie, hiciera el temporal que hiciera. Allí
estaba Satnam, con apariencia aburrida, sentado en el porche del
colegio. Yo solo tenía 8 años por aquel entonces, pero siempre
recordaré aquella boca torcida que soplaba hacia arriba de vez en
cuando, con el propósito de apartar los rizos de sus ojos. Siempre
he sido muy tímido, me escondí ante la visión de un chico de mi
edad. Fue mi padre, irónicamente, el que me acercó a él
prácticamente a empujones y me instó a que me hiciera amigo de
aquel mocoso.
Y vaya si nos
hicimos amigos. Nos hicimos algo más que eso, pienso ahora. El
periodo escolar estuvo marcado por numerosas bromas y anécdotas que
vivimos juntos, pero éstas, me temo, serían demasiado largas y
dolorosas de contar. Así que por tú bien, o más bien por el mío,
no lo haré.
La nuestra era una
amistad extraña. A pesar de que nos necesitábamos mutuamente, no
nos dolía separarnos. A veces Satnam desaparecía durante semanas
por asuntos de los negocios de su familia y yo apenas me enteraba. Le
necesitaba, pero me bastaba la idea de que estaba allí, en algún
lado. Y según él me contó posteriormente, se sentía igual en
respecto a mí en mis periodos de ausencia a la escuela.
Teníamos un vínculo que ambos sabíamos, era
irrompible, por lo que no nos preocupaba la distancia que nos
separara. Lo nuestro era verdaderamente raro, sí…
Era inhumano,
deshonorífico y visto como repulsivo por una gran parte de la
sociedad hindú. Pero aun así lo hice, y no me arrepiento en
absoluto. No me enamoré de él como ocurre en las novelas: de
repente, de un día para otro. Era mi mejor amigo, eso habría sido
ilógico. Fue en los últimos años de mi adolescencia en los que
sentí algo crecer
dentro de mí. Me pregunto ahora si hubiera podido detenerlo si me lo
hubiera propuesto. Pero no lo hice. Lo dejé crecer dentro de mí,
siendo yo bien consciente de su existencia. Me hacía feliz. Me hacía
sentir bien. Me gustaba la sensación que provocaba cuando aquello
saltaba dentro de mí cada vez que Satnam me dedicaba una sonrisa- a
la que, por cierto, yo respondía siempre, quisiera o no-. Y me
gustaba ver como crecía, se hacía más grande, más fuerte, y más
dueño de mí que yo mismo.
Creo que fue este
ser el que tomó posesión de mi cuerpo el día que besé a Satnam.
Ambos conversábamos sentados en el suelo calentándonos las manos
con una hoguera que yo había conseguido encender. Solíamos hacer
esas ‘’acampadas’’ siempre que nos era posible. Yo no lo
habría besado por mí mismo jamás. Sin mi amiguito interior, creo
que habría ignorado mis sentimientos y simplemente me habría
dirigido hacia la vida que mi padre quería para mí. Pero por
fortuna (a pesar de cómo he acabado, pienso que fue así) no lo
hice. Aposté mis labios contra los suyos y, para mi extrema sorpresa
y contra todo pronóstico, él no me rechazó. Todo lo contrario.
Cuando aparté la cara, presa de la vergüenza, agarró suavemente mi
barbilla y volvió a besarme. Despacio, con miedo. Pero no lo
percibí. Simplemente no percibí nada más que aquel leve roce. Yo
era el muchacho más feliz del mundo. Amaba y era amado, y el resto
me era indiferente.
Fue el mejor año de
mi vida, sin lugar a dudas. Sabíamos que estaba mal, sabíamos que
era dar la espalda a todas nuestras creencias… pero Satnam y yo
supimos mantenerlo en secreto durante un gran periodo de tiempo.
Nuestros encuentros íntimos eran fugaces y pasionales. El resto del
tiempo, no teníamos problema por estar juntos. Nadie sospechaba nada
raro en que dos amigos de la infancia no se separaran nunca.
Realmente fue una época extraordinaria. Cada pequeño roce de manos,
cada mínimo contacto visual provocaba en mí una sensación que
sería inútil describir, pero que si has amado de verdad alguna vez,
conocerás de sobra.
Mi mundo comenzó a
venirse abajo el día en el que mi padre empezó a sospechar, y por
ende, a controlar cada uno de mis movimientos, la dirección de cada
una de mis miradas, la finalidad de todas mis sonrisas.
Estaba claro,
acabarían por pillarnos, pero habíamos acordado ser valientes y
defendernos el uno al otro, superando así cualquier dificultad que
se inmiscuyera entre nosotros. El día en el que mi padre nos
sorprendió durante uno de nuestros besos en un rincón apartado de
la calle, no fue así.
La gente se acercó
al oír el barullo. No me escucharon. Yo no tenía nada que decir.
Estaba tan abrumado que tampoco lograba escuchar nada. Mi padre
bramaba insultos en mi contra, y tenía la cara tan contraída por la
ira que pensé que explotaría. Lo único que percibía era a Satnam
intentando explicarse, negando toda evidencia de una relación carnal
entre nosotros. Él no tenía nada que ver, yo lo había obligado a
todo. Era mi culpa. Yo era el paria, el deshonrado, el inhumano, la
lacra. Todo pasó extraordinariamente rápido si lo comparo ahora con
lo doloroso que se siente.
Gritos, primero
fueron los gritos de incredulidad. Luego los insultos. Unos insultos
tan horribles que ni siquiera me atrevo a reproducir. Satnam siendo
arropado y consolado, mientras evitaba en lo posible establecer
contacto directo conmigo. Luego empezaron con los empujones.
Sería bonito decir
que no sentí las patadas y puñetazos debido al desaliento emocional
que sentía en esos momentos. Créeme, estés lo destrozado que estés
interiormente, tu cuerpo siempre reserva algo de dolor. Ese que
siento ahora en cada parte de mi cuerpo. Me avergüenza en
sobremanera recordar esta parte de la historia. Simplemente me
terminaron de romper. Hubo toda clase de agresiones físicas por
parte de personas que me conocían de toda la vida. Vecinos,
compañeros del colegio. Vi muchas caras de personas conocidas
aliadas entre ellas en mi contra. Me desnudaron casi por completo y
me hicieron recorrer ciertas calles transitadas del pueblo. Mi madre,
mi padre y Satnam me observaban. Sentía sus miradas en mi nuca, pero
no los miré a los ojos.
Mi interior era un
barullo de emociones y recuerdos, cada uno más doloroso que el
anterior.
Después me
desmallé. Por la falta de agua, el calor, el cansancio. No lo sé.
Desperté a la mañana siguiente tirado en el suelo al lado de una
carretera de arena. Caminé un poco y un buen samaritano me recogió
con su camioneta y me acercó a un hospital cercano.
Entiendo un poco de
medicina. Guardé las tres dosis anteriores de analgésicos bajo la
lengua y ahora las sujeto en mi palma. Uso mi último esfuerzo para
realizar este escrito. No tiene sentido alguno seguir viviendo en un
mundo en el que se me ha arrebatado el derecho de amar. Nunca seré
querido por nadie. Nunca seré aceptado. Es mejor que me marche ahora
que aún conservo una pequeña parte de mi cordura.
Padre, madre. No os
culpo. Viví en una época y lugar equivocados. Soy yo el que está
descolocado en el espacio y tiempo, no vosotros.
Satnam. Te odio,
pero te sigo amando. Quizás esto no llegue a tus manos. Pero sé
consciente si lo hace de que, aunque te avergüence y arrebate tu
hombría, jamás quise a nadie más que a ti.
Al
resto de las personas, no les hagan esto a sus hijos, amigos o
conocidos. No les obliguen a perder quienes son, o a llegar a los
extremos a los que me veo yo obligado a llegar. Todos somos personas.
Y todos tenemos el derecho de decidir a quién amar.
Sed felices,
Ranjit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario