sábado, 31 de enero de 2015

Prólogo - Actualidad |Buscándote en otro mundo|

Historia



Autor/a: @SrMichaelis
Sinopsis:
Bienvenidos a mi historia.
Vivo en una de las dieciséis ciudades bajo el agua, Luna. Después de la tercera guerra mundial, la Tierra se inundó de radiación y todos los terrenos habitables de la superficie dejaron de serlo. Debido a aquellos efectos de la guerra, tuvimos que hacer un éxodo mundial. Hubo dos grandes planes para ello: tres enormes naves espaciales y vivir en inmensas ciudades bajo el agua. Desgraciadamente el primer plan no salió como se esperaba y miles de millones de personas, que eligieron aquella vía de éxodo, murieron.
Ahora nosotros estamos aquí, bajo metros y metros de agua rehaciendo nuestras vidas y acostumbrándonos a nuestra nueva condición.


¿Quieres saber más? Solo tienes que leerme.
Capítulo: Prólogo.
Géneros: yaoi, fantasía, ciencia ficción, homo, romance, drama.
Personaje: Sebastian y Sarah.
Notas: 
He empezado este fanfic porque se me ha venido a la cabeza y he dicho, tengo que escribirlo... Y aquí est á. Espero que os guste <3

Prólogo

Actualidad


Mis historia comienza en una gran cuidad sumergida bajo el agua, Luna, en el océano Atlántico. Hay otras quince ciudades más, como en la que yo vivo, repartidas por los diferentes océanos restantes y algunos mares suficientemente profundos. Te preguntarás por qué hay humanos viviendo en las profundidades de los océanos y mares cuando supuestamente hay superficie terrestre suficiente para vivir todos encima de los continentes. Pues bien, desde que la tercera guerra mundial estalló, una gran radiactividad unida a abrumadora desolación de la mayoría de terrenos habitables o de cultivo nos obligó a hacer un éxodo mundial. En total solo hubo dos planes viables para la salvación de la humanidad: tres gigantes naves espaciales que albergarían a todo aquel que se uniera a esa idea o ciudades inmensas bajo el agua. Como es evidente, mi familia eligió quedarse en la Tierra a pesar de  tener que vivir bajo metros y metros de profundidad bajo el agua, mas fue lo más lógico que habían podido hacer porque el plan espacial fracasó completamente. Según nos han informado los que gobiernan las ciudades, no queda ningún superviviente entre todas las personas que viajaron fuera de la Tierra. Qué decir, aquello nos sobrecogió a todos ya que algunos de nuestros familiares, incluido mi padre, viajaban en alguna de aquellas tres naves y ahora… los hemos perdido para siempre. A modo de culto, las ciudades escogieron nombres de planetas, satélites, cometas… para tener siempre presente que un trozo de nuestros corazones está ahí fuera, en el espacio.

A pesar de sobrevivir, nuestras costumbres han cambiado por completo. Ahora ya no podemos comer carne, porque casi todos los animales se perdieron en la guerra o por los efectos de ésta. Los viajes de una cuidad a otra son muy caros y están reservados a gente selecta. Nuestra dieta se basa en pescado, algas y algunos vegetales que conseguimos cultivar. La natalidad está muy controlada y no se permite más de un hijo por familia y no queréis saber qué es lo que le hacen a los segundos. Aunque haya oxígeno, está en menor proporción que en la superficie terrestre por lo que nos cuesta más hacer esfuerzos y ejercicio. No se permite que nadie no tenga un trabajo, en el año de tu quince cumpleaños se te asigna un trabajo al cual le vas a dedicar toda tu vida y es totalmente al azar. Por último la libertad de expresión es muy reducida y delicada.

Dentro de todas éstas penas, mi madre y yo afortunadamente vivimos en una de las mejores zonas de Luna, el Sector 3, gracias a que soy uno de los mejores estudiantes de ésta cuidad. Sería como antiguamente te prestaban dinero para poder estudiar, solo que aquí no funcionamos con dinero, si no con horas de trabajo o estudios. Una casa como la nuestra, con dos plantas, un gran salón, un garaje con coche, un pequeño jardín, una espaciosa cocina, un par de cuarto de baños y un ático, podría costar alrededor de 500.000 horas de trabajo para alguien corriente, sin embargo, cuando eres uno de las pocas mentes prodigiosas que quedan en la humanidad, te tratan realmente bien. Pero por favor, no pienses que voy de sobrado cuando digo que soy especial cuando aun ni me conoces, aunque si, soy algo elitista por culpa de dónde me encuentro.

Tengo catorce años y ya estoy cursando el últimos año que me queda antes de poder ir a la universidad. Soy uno de los pocos niños que con quince años va a poder estudiar en la mejor universidad de entre todas, la de Júpiter, y que también va a poder añadir a sus recuerdos la superficie terrestre, cosa que pocas personas pueden presumir. Nuestras naves no aguantan mucho tiempo la presión de la columna de agua que tienen encima suya, por lo que tienen que subir a la superficie y desde allí viajar hasta su destino para luego sumergirse de nuevo hasta la cuidad. Pronto cumpliré los quince años y, aunque me van a dar un trabajo como a todos los de mi año, significará que ya solo me quedarán un par de meses hasta mi nuevo destino. Aunque para que me den el trabajo aun quedan un par de días, unos interminables días. Mi madre, orgullosa por todo lo que he podido conseguir por mi solo, últimamente se encuentra bastante triste por mi inminente partida.

Pero bueno, basta ya de explicaciones y comencemos ya con lo importante, mi vida. Hoy es un día más en mi existencia, un día como otro cualquiera. Mi habitación está en el ático, el cual tiene dos pequeños espacios: el de abajo es donde está mi escritorio y todos mis libros para estudiar, y la parte de arriba es donde está mi dormitorio. Cuando por fin abro los ojos, debajo de las sábanas para no escandilarme, los rayos del “sol” iluminan toda mi cuarto. Digo “sol” porque no es más que un gran generador de luz en la cúspide de la cúpula que nos mantiene secos. Aunque siempre está encendido, por la “noche” bajan la intensidad para que no moleste al sueño de las personas. Me remuevo por la cama saboreando el comienzo del día. Sábado, estamos a Sábado y es el mejor día de toda la semana en el que puedo hacer lo que me plazca porque es el único día que no tengo por qué hacer nada. Hacer esto todos los Sábados en uno de los placeres de mi vida. Saber que no tengo un estricto horario que seguir hace que quiera gritar de felicidad. Pero a regañadientes, me levanto de la cama pasados 10 minutos y la hago con esmero. Más tarde bajo a mi pequeño estudio y enciendo mi ordenador.

-Enciéndete- digo y a los pocos segundos una gran pantalla aparece delante de la gran cristalera que da a la calle, tapando algo de la luz que entra. Tengo varios mensajes de la universidad a la que voy a ir y un par de mis amigos.-Hoy no, hoy estoy de descanso-digo susurrando mientras cierro la parte de mensajería y abro la sección de noticias.-A ver qué cosas interesantes hay hoy.

Después de un rato rebuscando noticias frescas de mi agrado, encuentro dos que me llaman la atención. La primera va sobre un nuevo descubrimiento de una especie que aun no se sabía de su existencia. Esto es una de las cosas buenas que se puede sacar de vivir bajo el agua: poder descubrir cosas que antes no podíamos ver debido a que estábamos kilómetros y kilómetros de distancia y los dispositivos para viajar por las profundidades eran aun menos avanzados que los que tenemos ahora. La segunda noticia hablaba sobre los nuevos chicos que este año iban a empezar a trabajar como yo, acompañada de unas cuantas estadísticas con la probabilidad que había de que te asignaran x trabajo. Para seros sincero, estaba deseando que me dieran un trabajo relacionado con la medicina ya que era una de mis grandes aficiones cuando estudio, pero la probabilidad de que esto ocurra es muy baja ya que es al azar y hay muy pocas plazas para serlo. Es evidente, no soy el único que quiere trabajar en el sector de la medicina, hay miles de niños con el mismo deseo que yo. Apago el ordenador enfurruñado por no poder tener lo que quiero y bajo hacia la cocina para desayunar algo, que el estómago ya me está rugiendo.

-Buenos días cariño, ¿cómo has dormido hoy?-me pregunta mi madre en cuanto bajo y entro al salón. Ella está sentada en un pequeño sofá leyendo uno de sus libros. Le dedico una sonrisa a modo de saludo y levanto el pulgar para hacerle ver que he dormido bien, hoy no estoy por la labor de soltar palabras por la boca.

Abro la nevera ansioso por encontrar algo rico, algo que me sacie el hambre que tengo, pero solo encuentro un zumo a medio consumir y un trozo de bizcocho que sobró de hace un par de días. Bueno algo es algo. Me siento en la mesa del comedor, que está al lado de la cocina, y me lo zampo todo en cuatro bocados y tres sorbos. Odio perder el tiempo mientras como cuando puedo hacer cosas más interesantes, aunque no se me ocurran cuales. En cuanto recojo todo, subo a mi habitación y me encierro en ella. ¿Qué puedo hacer hoy? Arg, aunque me cueste admitirlo, cuando no tengo un horario que seguir me cuesta saber qué hacer con mi vida. Desganado, me siento en la silla del escritorio y me pongo a mirar por la ventana. El “cielo” azul que han hecho para Luna es una pasada, se lo han trabajado mucho. A veces puedes ver hasta la silueta de un pájaro volando, aunque ya no existan. Si no fuera gracias a la luz que emite el generador estaríamos completamente a oscuras porque la luz que llega a la superficie de los océanos es nula. Embobado completamente un ruido me baja de la luna, es mi Mipm (Móvil Inteligente Para tu Muñeca, simple ¿no?) avisándome que alguien me está llamando.

-¿Si, quien es?- pregunto en cuanto lo descuelgo. La imagen de mi mejor amiga, Sarah, aparece en el holograma que produce el Mipm. La conozco desde qué era un enano cabezón y siempre ha estado a mi lado, para lo bueno e incluso para lo malo. Ella vive con su abuela en una casa cercana a la mía y es mayor que yo. Perdió a sus padres también en el trágico accidente de las naves espaciales, viajaban junto a mi padre. Desgraciadamente hace unos meses se tuvo que ir a la universidad en otra ciudad, la de Marte. Hace bastante tiempo que no la veo.-¡Hola Sarah! Me cachís, cuanto tiempo sin ver esa hermosa cara-digo mientras río tontamente.


-Hola Sebastian-saluda ella más sonriente aun. Coge aire y lo echa escandalosamente- Adivina quien está en la puerta de tu casa esperándote a que salgas-dice mientras mueve las cejas rápidamente. Yo, aun procesando la información, me quedo con cara de tonto y a punto de preguntar quien, hasta que me doy cuenta de que tengo que bajar para abrirle la puerta porque es quien soy yo.

Cuelgo y bajo a la velocidad del rayo hacia el hall de la casa para recibir a Sarah. En cuanto voy a abrir la puerta, me doy cuenta de que aun no me he quitado el pijama. “Mierda” pienso, aunque ya es tarde para darse la vuelta, no quiero hacerla esperar más. Abro la puerta y me preparo para el inminente abrazo de mi amiga, la cual salta encima mía y me abraza con toda su fuerza. La primera vez, hace bastante tiempo, me pilló desprevenido y nos caímos, pero ya era una costumbre que lo hiciera. Nos quedamos así hasta que ella desafloja el torniquete que me ha hecho con sus piernas en mi cintura y se baja.

-Si que te ha crecido el pelo-digo mientras cojo un mechón de su pelo y lo toco. Cuando se fue tenía el pelo por debajo de las orejas y ahora le llega hasta los hombros. Es de color marrón y muy sedoso.-Y se te está haciendo cuerpo de mujer-señalo mientras recorro con mi mirada el esbelto cuerpo de Sarah. Le habían crecido bastante los pechos y las caderas, haciéndole una silueta preciosa.-Aunque lo único que no ha cambiado es el vestido-y río. Desde los primeros recuerdos que tengo con ella, siempre ha llevado el mismo estilo de vestido.

-Mi abuela siempre está en todo y me hace el mismo vestido una y otra vez, pero con diferentes medidas-responde ella dando una vuelta para hacer volar la parte baja de su vestido.-¡Ah! Tengo un regalo para ti-dice mientras coge una bolsa que tenía medio escondida detrás de uno de los matorrales que tengo en entrada y me lo tiende.

-A ver que eesss-digo emocionado mientras abro nerviosamente la bolsa y miro el interior. En el hay una camisa con el mismo estampado que su vestido. La cojo, tiro la bolsa al suelo después de cerciorarme que no hay nada más, y la alzo para poder verla mejor. Es tan ella.-Uaaaa, muchas gracias Sarah, es genial. Ahora podemos ir a conjunto-digo y me quito la camiseta del pijama para ponerme el regalo. No me suelen gustar las camisas, pero ésta tiene un pase.

-Bueno, vístete y así podemos ir a dar un paseo, ¿no Sebastian?-pregunta. Yo asiento con la cabeza y le hago un gesto con la mano para que se quede esperando en la puerta mientras yo subo a vestirme.

Corro escaleras arriba para coger los primeros pantalones que veo, unos tejanos negros, y los zapatos de deporte que me pongo siempre. Los ato, cojo la cartera, en donde llevo mi identificación y un par de cosas más que son importantes de llevar, y bajo hasta el salón. No puedo salir de casa sin decirle a mi madre dónde voy porque luego se asusta si no me ve por casa. En cuanto la aviso, corro hacia la puerta y la cierro tras de mi. El hecho de que mi mejor amiga haya venido a verme hoy me ha animado y ahora siento la necesidad de hacer cosas, pasar el rato con la persona más especial que tengo ahora mismo. Nos agarramos por los brazos el uno al otro y andamos hasta la zona comercial para ver tiendas y tomar algo. Es lo que siempre hacemos cuando quedamos, dar paseos por la ciudad y comer. De vez en cuando nos paramos para hacernos unas cuantas de fotos y tenerlas para cuando ya no estemos juntos a modo de recuerdo. Algunas son haciendo el tonto, poniendo caretos mientras nos reímos de lo feos que somos cuando lo hacemos. Me encanta pasar el día así, riendo a más no poder y compartiéndolo con mi mejor amiga. Echaba de menos tanto esta sensación de felicidad que ya no me acordaba ni cómo era. 

Sobre las dos de la tarde nos entra un hambre atroz por lo que decidimos a cual restaurante podríamos ir. Después de mucho pelear, nos decantamos por uno de pescado y algas muy bueno que no estaba muy lejos de donde nos encontramos y en el cual comemos se lujo aunque sea caro. El pescado está bien frito, con guarnición de algas rojas y lo mejor de todo, agua mineral. Desde que vivimos aquí abajo, el agua buena es un problema de conseguir, por lo que muy pocos establecimientos pueden permitirse venderla y aun menos personas comprarla. Pero hoy es una ocasión especial. La verdad es que disfruto de cada bocado que me llevo a la boca y de cada trago que pego de esta maravillosa agua. Aunque no soy el único haciendo esto, ya que noto como Sarah hace lo mismo. Al terminar de comer y de pagar con unos cuantos cientos de horas, nos vamos hacia un pequeño río artificial de agua salada cerca de un parque. Los constructores de las ciudades se habían cerciorado mucho de recrear espacios cotidianos que podíamos ver en la superficie terrestre para hacer más amena nuestra vida abajo.

-Si te digo la verdad, estaba deseando venir para pasar un día maravilloso contigo, como el que estamos disfrutando-dice Sarah estirándose en el suelo. Nos hemos tumbado en el césped porque nos hemos hinchado de comer y nos ha entrado sueño. Aunque unos centímetros de distancia nos separan, nuestras manos están juntas, agarradas. Me da la sensación de que si nos soltamos, la perderé de nuevo y … me asusta la verdad.

-Yo también, es genial estar contigo-confirmo. Ella me aprieta la mano y giro la cabeza para mirarla. Aunque estaba sonriendo, dos grandes lágrimas se escurrieron de sus ojos y se tiraron por su cara. Tragué saliva angustiado, nunca la había visto llorar de aquella manera.-¿Por qué lloras Sarah?-pregunto y ésta hace una leve pausa hasta responderme.

-Porque te quiero, pero ese te quiero que es casi amar-responde ella con un hilo de voz. Aquella réplica hace que pierda el aliento. Se refería a como amigos o, ¿más que eso? Ella al ver que no respondo se seca las lágrimas y cierra los ojos-Por lo que veo nunca te has dado cuenta-dice y yo niego con la cabeza atónito por la inesperada noticia.

-¿No estás de broma verdad?-ella niega también la cabeza como yo lo acababa de hacer hacía unos segundos y vuelve a secarse otra lágrima que se había asomado por sus ojos. “Mi mejor amiga me quiere” digo en mi cabeza. No puede ser posible. Yo… yo no la veo así. Hago el ademán de responderle, pero ninguna palabra consigue salir de mi boca. No quieren salir porque saben que van a hacer daño.

-No pasa nada Sebastian, es mejor que… nos veamos otro día-dice mientras se levanta, sacude su vestido y se acomoda el bolso que lleva a un lado colgado de sus hombros. Yo asiento con la cabeza apenado por la reacción de mi Sarah, pero no consigo hacer más. Mi cuerpo no responde, tiene miedo de lo que pueda pasar. Ella se despide con una sonrisa forzada y se marcha. Veo como la figura de mi mejor amiga poco a poco se difumina hasta que la pierdo.

Imposible, lo que acaba de pasar es imposible. Un día maravilloso como el que estábamos pasando se acaba de echar a perder por no haber respondido como debería responder un chico normal a una chica que no le interesaba en el ámbito romántico. Mirando ahora mis actos pasados, a lo mejor le pude dar falsas esperanzas con el demasiado roce físico que teníamos. Pero me gustaba estar así con ella. Aunque ya no se puede hacer nada. Después de estar, lo que me parece, un cuarto de hora más tumbado en el césped artificial, me dirijo hacia mi casa arrastrando los pies y mirando al suelo. Cuando llego, mi madre me pregunta qué tal ha ido y alaba la camiseta que me había regalado ésta mañana Sarah. Intercambio un par de palabras forzadas con ella, cojo un poco de comida de la cocina para no tener que volver a bajar y me subo a mi habitación por si acaso. He terminado como empecé esta mañana, sin tener ganas de nada. ¡Qué ironía! Después de darle vueltas a lo que había ocurrido esta tarde y de pensar qué debía que decir, abro el Mimp y escribo el mensaje que tanto había ensayado en mi mente.

“Yo también te quiero, aunque no de la misma forma que tu lo haces por mi. Lo siento muchísimo Sarah. Espero que no te alejes de mi, porque no podría soportar perderte” y se lo envío. 

Actualizo un par de veces el correo a la espera de la respuesta, pero nada, no hay nada nuevo. Enfadado lo apago y subo a mi cama para dormir. Se me ha quitado el hambre y todo. Ojalá cambie mi vida con el trabajo que me toque. Ojalá no tuviera que ser así. Me… me cabrea tanto saber que puedo perder a una persona y no poder hacer nada… Mi vida es siempre igual, no hay nada que se salga de la monotonía. Hasta lo más insignificante, como gritar por la ventana “soy libre” es ya algo normal en mi vida. No hay nada que no haya hecho, dejando a parte los temas sexuales claro está. Quiero encontrar experiencias nuevas, quiero ser otro chico.

Y después de una hora danzando por mi cama consigo dormirme, aunque la angustia no se va de mi cuerpo, acompañándome en mis pesadillas.

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