lunes, 19 de enero de 2015

Capítulo 4 |Sweetie|

Historia



Autor/a: Kanade-nyan.
Sinopsis: 
Gabriel, un chico que desde los catorce años sabe que es gay, se enamorará de Daniel trayendo consigo un sinfín de situaciones, tanto cómicas, románticas o algunas un tanto dramáticas para explicarnos, en primera persona, la vida y las dificultades de esta peculiar pareja. ¿Conseguirán que sus padres acepten su relación? ¿Encontrarán un sitio para casarse? ¿Y si quieren tener hijos?
Capítulo: 4.
Géneros: yaoi, romance, drama.
Personaje: Gabriel, Daniel, Clara.


Capítulo 4


—Vaya... Eso... no me lo esperaba.
La estancia se volvió a sumir en un incómodo silencio. Suspiré sin fuerzas y me recosté en la cama, intentando olvidar la situación. Dani cogió la manta y me la subió hasta los hombros.
—Te podrías resfriar.
—Gra... gracias...—Una pequeña parte de mi quería llorar, quería que todo acabara y que todo quedara en una pesada anécdota de la vida. Pero, en el fondo de mi corazón, había una parte que me gritaba con fuerza "¡Sigue tu sueño!".
¿Mi sueño?, ¿Acaso tenía yo un sueño?, ¿Acaso tenía yo algo por lo que luchar? Sí, lo tenía. Y no me rendiría hasta conseguirlo, incluso si eso significaba permanecer una década separado de Daniel. ¿Separarse? Tal vez era una opción. Dejarlo todo congelado, esperando a que los rayos del sol de la próxima primavera permitieran que ese sentimiento se descongelara, dejando florecer nuestro amor. Volví a suspirar. Me dolía la cabeza y estaba cansado. Inevitablemente caí en los brazos de Morfeo.
Me desperté con pesadez y miré el reloj de pared para saber la hora. Eran las once de la mañana, era miercoles y... ¿Dani estaba dormido a mi lado? Mi cara enrojeció instintivamente y reculé hasta la pared, ya que la cama estaba pegada a ésta.
—¡¿D-D-Da-Dani?!—Abrió los ojos léntamente, dejandome ver ese color verde como la esmeralda que me volvía loco. Pestañeó varias veces y se frotó los ojos con las manos soltando un gran bostezo.
—Buenos días...—Dijo sin bocalizar.
—¡¿Q-Qué haces aquí?!, ¡Si mis padres te ven van a pensar...!—Me callé un momento, pensando. ¿Qué pensarían mis padres que habíamos hecho? Mi cara se puso completamente roja.—¡Bueno da igual, sal de mi cama!—Lo empujé hasta que cayó al suelo rodando.
—Tengo sueño...—Dijo sin fuerzas estirado en el suelo. Se puso a hacer la croqueta.
—¿Qué haces?
—Despejarme.—Paró.—Es la única manera de sacarme el sueño de encima.
Suspiré cansado. Él se puso de pie.
—¿Puedo saber por qué te has quedado a dormir?—Bajó la mirada.
—Cris me contó el porqué de tu depresión, y para colmo te hice pasar un mal rato ayer. Lo noté cuando tu rostro se volvió blanco como el papel. Yo... realmente lo siento. Lo estabas pasando mal y encima te doy una mala noticia. Simplemente no te podía dejar solo.
—¿Entonces...?
—Lo siento, de verdad, pero... no me gustas...—Eso fue... como si me clavaran una flecha en el pecho. Sentí como mi corazón dolía y se quebraba en mil y un pedacitos, tan pequeños que eran imposibles de recoger y arreglarlo todo. Un nudo se apoderó de mi garganta sin dejar que tragara bien la saliva. Mis ojos se humedecieron... demasiado. Al bajar la cabeza una pequeña lágrima rebelde rodó por mi cara, seguida de otra, y de otra...—¡Aun así creo que siento una amistad demasiádo fuerte como para ser amistad!—El tiempo se detuvo y subí la cabeza, impresionado.—¿Gabri?... Oh por favor no llores... Lo que quiero decir es que... no me gustan los chicos, pero hay algo en ti que no es solo amistad. ¿Me entiendes? Lo siento, me explico fatal...
Las lágrimas se volvieron a apoderar de mi cara y agaché la cabeza.
—¿Ahora por qué lloras?...
—Pensé... pensé que me odiabas...—Dije entre sollozos.
—¿Odiarte?, ¿Por qué iba yo a odiarte?
Negué con la cabeza y me sequé las lágrimas con la muñeca de mi mano derecha.
—Por nada... soy muy feliz...—Por mucho que lo intentara las lágrimas seguían brotando.—¿Puedo... Puedo abrazarte?
—¿Eh? Q-Qué pregunta más rara... S-Sí puedes, no es nada raro... ¿no?—Eso hizo que soltara una risita. Todo, me gustaba todo de él.
Me acerqué tímidamente con la cabeza agachada. Cielos... ¡Ni que fuera a darle un beso! Rodeé su cuello con mis brazos y apoyé mi barbilla en su hombro, poniéndome de puntillas ya que era bastante alto. Él rodeó mi espalda con sus manos. Sí, solo espalda mal pensados. Volví a sentir el latido de su corazón contra mi pecho. Tenía muchas ganas de susurrarle al oído te quiero, pero no habría sido lo correcto. El abrazo parecía eterno, ni yo quería terminarlo ni el tampoco, según lo que me contó posteriormente. Pero acabó, separándonos lentamente. Se despidió y salió de casa. Me quedé solo.
Aunque nunca se está del todo solo con una hermana. 
Picó a la puerta.
—¿Se puede?
—Sí, pasa.—La puerta se abrió, dejándome ver a una Cris sonriente.
—¿Y bien?, ¿Has aprovechado que los papás están fuera?—¡Cierto! Esos días mis padres estaban fuera.
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes.—Me guiñó el ojo.
—Pervertida.—Dije junto a un suspiro.
—¡Oh vamos!, ¿Nada de nada?
—¡Que no pesada!
—No me lo creo, habéis dormido en la misma habitación.
—¿Y? Bueno sí, por la mañana nos hemos dado un abrazo, ¿Contenta?
—¡Lo sabía!—Dijo con alegría.
—¿Puedes dejarme ya tranquilo?
—Por supuesto hermanito de mi alma.—Era la reina de la ironía. Salió de mi habitación.
Y llegó el... Sábado.
Era un día que llovía a mares y tronaba con fuerza. Mis padres seguían fuera y Cris se había ido a dormir a casa de una amiga suya, Mar. ¡Toda la casa para mi solo! Con esa edad era lo mejor que te podía pasar un fin de semana.
Así que me preparé un buen bol de palomitas, descargué una peli épica y se senté en el sofá, enrollado con una manta, a disfrutar de la tarde. Estaba en el mejor momento cuando alguien picó a la puerta. Me levanté molesto y abrí con cuidado de que no entrara mucha agua.
Era Daniel.
—¿Dani?, ¡Estás empapado! Anda pasa.—Me aparté de la entrada.
—Gracias...—Entró sin énfasis.
—¿Qué te ha pasado? Mira, aquí tienes una toalla para secarte el pelo.—Se la dí y la aceptó.
—He discutido con mis padres...—Se hizo el silencio.—Y he decidido irme de casa.
—¡¿Qué?!, ¡¿Estás loco?!, ¡Solo eres un estudiante!
—¡Me da igual!—Me cogió de los hombros haciendo que la toalla que tenía en la cabeza cayera al suelo.—¡¿Cómo reaccionarías si tus padres te dicen que fuiste un error?!—Vi como sus ojos se cristalizaban.—Fui un error...—Su voz se apagó.
—No digas tonterías...
—Me lo han dicho hoy, por eso nunca me hacían caso...
—Pues perdona que te diga pero a mí este "error" me vuelve loco.—Lo dije sin pensar en las conseqüéncias, simplemente me salió del corazón. ¿Tal vez mi propósito era calmar un poco el ambiente? Evidentemente el resultado no fue el mismo. Una vez que me di cuenta de la situación no me detuve.—Y no permitiré que digas que no eres querido por nadie. ¡Porque es totalmente mentira! Clara te quiere un montón y tres cuartos del siguiente, Cris también te tiene mucho cariño y eres el Príncipe Azúl del insti, además...—Hice una pausa, cuestionándome si valía la pena seguir hablando. Sí, valía la pena.—Además, quiero que sepas que siempre habrá un lugar en mi corazón para ti.—Remarqué con fuerza "siempre". 
Me miró sorprendido, conmovido e impresionado. Y me abrazó con dulzura.
—Gabri... Necesito hacer algo para obtener una respuesta.
—¿Una respuesta a qué?
—Al extraño sentimiento que me presiona el pecho y me deja sin respiración, que no tengo ni idea de qué es.—Se separó de mí para mirarme a los ojos, acto seguido acercó su rostro al mío, dejándo sus labios a escasos centímetros de mi boca. ¡Oh dios mío no me podía creer que por fin estaba pasando! El beso fue... Sweetie, pero bastó para que un centenar de mariposas rebolotearan por mi estómago. Me ruboricé instintivamente y apreté más mis labios. Era... perfecto. El beso se acabó y nos miramos con ternura.
—¿Y tu respuesta es...?
—Creo... que me gustas...—Se puso nervioso.
—¿Crees?
—No- Bueno... Estoy bastante seguro, esto- Sí, estoy seguro pero... es nuevo para mi...—Si fuese un dibujo animado sacaría humo de la cabeza.
—Eso me hace tan feliz...—Lo abrazé, hundiendo mi cara en su pecho.
¿Ah?, ¿Ya vas a recoger a los niños del cole? Vale, ¡Hasta ahora! Pobre, siempre le toca a él. *risas*

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