martes, 25 de noviembre de 2014

Fanfic: Sylveon

Fanfic


Título: Sylveon.
Autor/a: @ForsakenPenance.
Sinopsis: Pequeña narración que relata la historia de dos amantes cuyo amor ha sido vetado por la condición de uno de ellos. Posiblemente se seguirá la historia.
Capítulo: 1.
Géneros: Shonen ai, fantasía.



Sylveon

De la noche piensan que es bella, que es un sueño, que es el momento en el que la magia surge y lo impregna todo. Como si el resplandor de fuego de Auriga y el brillo gélido de Argea hicieran del mundo un lugar mejor, como si bajo la atenta mirada de las dos lunas desapareciera el mal y el temor. Triste irrealidad. Triste como la soledad de los astros y las estrellas...

 Mirando hacia su cielo fantástico, imaginándose allí su propia realidad, un joven descansaba recostado en la balaustrada de un balcón de mármol, apoyando en una de las columnas que sujetaban el porche. Su cabello rubio platino, iluminado por plata y sangre a partes iguales, se movía suavemente por la brisa nocturna, tapándole los ojos que bajo los mechones se adivinaban de un azul extraño, casi morado, brillando con tristeza.

 Sin dejar de mirar la pequeña luna sangrienta se llevó una mano hacia el rostro. Sus rasgos eran delicados pese a ser masculinos, sus pómulos levemente realzados, la línea de su mentón definida… Era, sin duda, atractivo, mas podría tratarse como una belleza efímera y melancólica, como la de una rosa que pierde sus pétalos. Esa sensación se veía acentuada por la enorme cicatriz que la surcaba: desde su oreja izquierda hasta el borde superior de su labio derecho, recorría sus mejillas como una grieta atravesando un jardín.

 La palpó con cuidado; aún le dolía. No hacía demasiado tiempo que se la habían hecho. Casi podía sentir la ira y la vergüenza con la que el metal de aquella daga engarzada de rubíes le había surcado la piel. Una única lágrima resbaló hasta llegar a la herida: escocía. Cada lágrima le escocía como si volvieran a arrancarle lo que más quería. Como si cada vez que llorara le recordara el error que todos pensaban que era. Eres sólo un defecto. Eres impuro. No es lo correcto. Aquella herida escocería aun cuando estuviera completamente curada. No era sólo un estigma en la piel: era una púa en el alma, un dardo atravesando el corazón.

 Suspiró.

- ¿Por qué… tuve que quererlo?

 Su voz se quebró con la última palabra: estaba completamente rota. Apenas era un susurro arrastrado por el viento. De nuevo una lágrima, un nuevo dolor.

- ¿Por qué me sigues amando?

 La voz masculina venía de detrás de él. En las sombras del balcón pudo ver una figura oculta: era más alto que él y de espaldas más anchas. Pese a la oscuridad del ángulo en el que se encontraba, las vetas verdes de su pelo, recogido en una coleta, parecían brillar contra el negro. Los ojos de Sylveon se abrieron de par en par en cuanto se dio cuenta; se anegaron de lágrimas, lágrimas de pura alegría. El escozor era dulzor en aquel momento y su estigma se convirtió por un momento en su fortaleza.

Saltó de la balaustrada como una exhalación y de una zancada se puso a la altura de su nuevo acompañante. ¿Nuevo? No, no realmente. Se agarró a su cintura y escondió el rostro en su musculado pecho, llorando a lágrima viva, como el niño pequeño que se reencuentra con sus padres tras perderse en el bosque. El chico de pelo semiverde le acarició el cabello con ternura antes de levantarle la barbilla para que le mirara a los ojos.

 - ¿De verdad pensaste que te abandonaría? 
- Sabía… -se le trabó la voz- Sabía que volverías… -añadió en un susurro: A por mí…

Pasó una mano por su cara, acariciándola suavemente, deteniéndose un instante en dibujar la cicatriz con la yema de sus dedos. Pese a su amago de retirar la mano, Sylveon la sujetó un instante más: quería sentir el tacto de él sobre su piel destrozada. El más pequeño cerró los ojos.

- Te he echado tanto de menos…

 No hubo respuesta. Sólo sintió cómo los labios de Lioric acariciaban con delicadeza los suyos. Cómo los recuerdos de una felicidad furtiva invadían su mente, cómo aquel rostro de ojos negros y rasgos aguerridos había interrumpido en su vida, transformándola, modelándola para crear un paraíso; una rosaleda con espina y flor bailando al unísono.

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